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Columnistas | PUBLICADO EL 12 diciembre 2022

La barriga de enero no es culpa del buñuelo decembrino

Por Juan David Escobar Valencia - redacción@elcolombiano.com.co

Un inteligente contertulio de un chat de Whatsapp al que pertenezco, confesó recientemente una inusual preferencia decembrina que demuestra lo globalizada que está Colombia. Le resulta imposible a este “revolucionario” de la cocina colombiana comer buñuelos sin compañía de whisky. Semejante declaración, que dejaría al más disruptivo promotor de la comida fusión como un ultraconservador, no pudo ser justificada ni siquiera por el autor de tan exótica combinación.

Las hipótesis que explican esta curiosa revoltura pueden ser variadas. ¿Será que es una disculpa para comer buñuelos en meses distintos a diciembre, o una excusa para tomar más whisky en diciembre? ¿Será que acompañar las aceitosas bolitas de harina y queso con whisky, es una manera de echarle la culpa al destilado y no a los buñuelos, de la barriga que hace parte de la terrible y conocida “cuesta de enero”?

Superada la introducción al tema, pues no me referiré a su otra iconoclasta preferencia de comer bocadillo veleño con caviar, y ya entrados en lo de la materia grasa abdominal, planteo la idea que da título a esta trascendental columna que partirá la historia del país en dos. No puedo creer que la inflación abdominal que se evidencia a principios del año sea el resultado exclusivo de unas pocas dosis, así sean generosas, de buñuelitos en unos cuantos días en diciembre. ¿Así de flácido se le pone a uno el abdomen con los años que se sopla con cualquier cosa? Si eso fuera cierto, entonces uno debería bajar de talla de cintura a la misma velocidad con la que aumenta, y todos sabemos que eso no es así.

El tamaño de la barriga es como el precio de la canasta familiar, siempre aumenta, y cuando disminuye, aceptando que eso es solamente una especulación metafísica, es tan insignificante y fugaz, que entra en la categoría de imperceptible. Puede ser que engordarse y adelgazar intempestivamente sea una condición de organismos jóvenes, que no es el caso del sujeto en cuestión y el mío tampoco.

En una todavía inacabada búsqueda de soluciones a mi importante y trascendental cuestionamiento, propondré dos posibles ideas que refuerzan mi hipótesis de la imposibilidad de inflarse súbitamente. Las ciencias económicas, ocupadas hace tanto tiempo en entender las razones de la inflación, aunque no hayan podido encontrar un remedio exento de graves efectos secundarios, definen que, incluso una “inflación galopante” solo puede establecerse en un período de un año. No creo que un aumento de la masa monetaria pueda ser algo repentino, así como el derrumbe de una montaña.

Pero puede ser la física cuántica el mejor sustento a mi propuesta. En 1903, el fundador de la mecánica cuántica, Max Planck, en su libro Treatise on Thermodynamics dijo que: “los cambios físicos tienen lugar de forma continua, mientras que los cambios químicos se producen de forma discontinua”. Muy probablemente, querido contertulio, en tu aumento de cintura el buñuelo sea el factor discontinuo, en cambio el whisky sea el continuo.

Si quiere más información:

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