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Columnistas | PUBLICADO EL 31 mayo 2019

La Ascensión

Por hernando uribe c., OCD*hernandouribe@une.net.co

Ascensión viene de ascender, que es ir de un lugar a otro más alto. En realidad, la ascensión no existe, existen los seres ascendidos, como Jesús de Nazaret, que pasó de ser hombre a ser también Dios.

Hay múltiples maneras de ascensión, física, económica, laboral, social, espiritual, humana, divina. La oración, entendida como relación de inmediatez de amor del hombre con Dios, pasar de lo humano a lo divino, el modo perfecto de ascensión.

Hace unos años tuve el inmenso placer de leer los poemas de un amigo, que habita ya en el cielo. Y me llamaron la atención estos dos heptasílabos: “Sin irte te has marchado / de mí calladamente”. Encontré en sus versos un modo maravilloso de cantar la Ascensión. Gozo mucho recordando la alegría que le causó mi comentario.

El creyente lee lleno de admiración el final del evangelio de San Lucas. “Después los sacó hasta cerca de Betania y alzando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue subiendo al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios”.

Los discípulos de Jesús lo habían dejado todo por seguirlo, porque se había convertido en la razón de ser de su existencia. Sorprende sobremanera lo que ocurre aquí, pues, a pesar de que el Señor se alejó de ellos de modo definitivo, ellos quedaron “llenos de gran alegría”. El que se fue al cielo, siguió viviendo en su intimidad.

Con su presencia física, Jesús les iba enseñando a percibir lo imperceptible, a ver lo invisible, a oír lo inaudible, a tocar lo intangible, a entender lo ininteligible, el modo como el Espíritu de Jesús iba ejerciendo en ellos una transformación de mejoramiento radical, que los llenó de alegría.

Me propongo celebrar mi ascensión con tres inquietudes, ascendiendo en la verdad, la libertad y el amor. En la verdad, con un largo camino de ascensión, pues la mentira se expande por todas partes. En la libertad, pues cada día soy más esclavo del consumismo y de los medios de comunicación.

Y en cuanto al amor, ¿cuánto me amo a mí mismo, para lo que puedo y debo amarme? Y, ¿cuánto amo a Dios, para lo que puedo y debo amarlo?, sabiendo que Jesús me enseña a amar cuando afirma: “Yo y el Padre somos uno”. La perfecta Ascensión.

Celebro con gran alegría la Ascensión cultivando la verdad, la libertad y el amor, fruto de la nueva presencia de Jesús, transformante de mi vida.

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