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Uno de los debates más agrios que hoy se dan en esta caldera del diablo en donde el populismo mete al país, tiene que ver con la reforma a la salud. Se agita la controversia con un incierto panorama constitucional, dadas las observaciones que se han hecho acerca de si debe ser aprobada en el Congreso con trámite de ley estatutaria o de ley ordinaria, que son diferentes. Deleite para juristas y tinterillos.
En plena polémica, el papel del ministro de Educación Alejandro Gaviria´ es poco comprensible a los ojos de la opinión pública. Para unos hace de idiota útil de Petro. Para otros de llanero solitario en medio de la lucha interna de un gobierno experto en bandazos. Las críticas que hizo Gaviria dentro del gabinete ministerial a la reforma a la salud, según sus propias declaraciones, “no fueron tenidas en cuenta de manera suficiente... El presidente nos oyó pero eso no se tradujo en el texto... un texto que no cumple con la promesa de construir sobre lo construido, cosa frustrante porque tuvimos una oportunidad de hacer un texto que pudo haber quedado mejor”. Palabras de desahogo, llenas de melancolía por la oportunidad perdida. Un testimonio de un alma atormentada, confundida, que seguramente en sus ratos de soledad y meditación lo debe llevar a la conclusión de que podría estar en el lugar equivocado, en un gobierno paradójico. ¿Hasta dónde aguantará su estoicismo?
El debate está al rojo vivo. El presidente del Congreso, hábil dialéctico y gran aliado del presidente Petro, descueró a la ministra Corcho. ¡Qué no le dijo! Por supuesto que para equilibrar las cargas de su catilinaria, elogió a Petro. ¿Una vela a Dios y otra al diablo? Roy Barreras, experimentado parlamentario, maestro del equilibrismo y del acomodo, considera que la Corcho desautorizó al presidente, quien se había comprometido a hacer una reforma en la que no se hiriera de muerte a las EPS. Defendió sin pestañear a estas organizaciones de salud: “Son 32 años de experiencia de las EPS en sistemas de calidad, en sistemas de información en línea, en sistemas de distribución de medicamentos, en sistemas de la administración de redes y en resultados eficaces... Ella (la ministra) lo que hizo fue radicalizar la propuesta original de reforma en algo que no es viable y que podría causarle un daño a las familias colombianas con una crisis de salud pública”. Y remató su ataque, uno de los más virulentos de los que ha soportado el andamiaje del actual régimen: “Es una ministra ideologizada, arrogante, rompe el diálogo, impone sus decisiones, no escucha ni siquiera a sus pares de gabinete, no escucha a los gremios y los descalifica y alimenta una reforma revanchista”. Peor tempestad no le podía caer, con rayos y centellas, a la señora Corcho.
¿Qué hará Petro? ¿Oirá a Roy, su compadre y socio? ¿Dejará que siga la ministra de Salud muy oronda, desafiando la sensatez con una arrogancia propia de los seres perdidos que no saben dar respuestas racionales a las sociedades?