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Uno de los referentes del desarrollo tecnológico, con las mejores universidades y donde el trabajo es una pseudoconfesión, vive una espiritualidad católica meteórica.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
Los jóvenes españoles han llenado la pasada Jornada Mundial de la Juventud celebrada por la Iglesia Católica en Lisboa. La vecindad con Portugal ha favorecido el desembarco, que habitualmente es numeroso en todas las JMJ. Los jóvenes católicos españoles son fervorosos, pero menos numerosos que nunca. El 37% de los menores de 25 años y el 31% de los menores de 35 se declara católico. Hace diez años, en 2013, este porcentaje ascendía hasta el 45% para los menores de 25 y hasta el 59% para los de menos de 35. Y veinte años atrás, esos porcentajes se situaban en torno al 66% y 70%, respectivamente. ¿Agoniza la Iglesia Católica?
Aunque soy parte, trataré de ser lo más objetivo posible. En cuestiones de rebaños, el número importa y por mucho que los corderos sean buenos, cuántos más, mejor. Cierto es que, como ir a Misa ya no es un acto social, hemos descartado unas cuantas ovejas negras que estaban aquí más por figurar que por otra cosa, pero también que esas mismas ovejas negras están hoy más lejos de convertirse que nunca, lo que es un hándicap adicional para nuestros pastores.
En Colombia sucede algo similar. El catolicismo es, de lejos, la confesión más fuerte con casi 22 millones de fieles. El 78% de los colombianos que creen en Dios dicen ser católicos, según el Dane, aunque su representatividad ha bajado 2,3 puntos porcentuales en los últimos seis años. Entre los jóvenes menores de 25 años, más del 23% dice leer la Biblia al menos una vez a la semana y casi un 15% comulga semanalmente, según la encuesta sobre diversidad religiosa.
Pero el rebaño es enorme y hay lugares donde el fenómeno es el opuesto. Como en Corea del Sur, una nación superdesarrollada donde más del 45% de la población declara no tener una confesión religiosa. Seúl acogerá en 2027 la próxima JMJ ante la expansión del catolicismo, sobre todo entre los más jóvenes. Con enorme influencia del protestantismo y del budismo, el catolicismo es conocido en Corea del Sur como la “religión de madres”, ya que el 57% de los fieles son mujeres. La importancia de la Virgen María para los devotos católicos es clave en este crecimiento. De hecho, en las iglesias católicas surcoreanas suele haber una Virgen con los brazos extendidos delante de los templos.
Será la segunda JMJ que se celebre en Asia. La anterior fue en Manila en 1995. En Filipinas estuvieron presentes cinco millones de jóvenes y, desde entonces, el proceso de expansión de la Iglesia filipina no se ha detenido. Hoy en Corea del Sur hay casi seis millones de cristianos católicos, repartidos en 16 diócesis, que representan el 11,3% de los 52,5 millones de surcoreanos. La Iglesia Católica allá es conocida como la de los “récords”. Su realidad es un faro para el resto. Las conversiones se dan sobre todo entre los jóvenes urbanos con alta formación.
La Iglesia católica surcoreana no surgió de la llegada de pastores europeos o suramericanos, sino que fue fundada por laicos en el siglo XVIII, intelectuales y filósofos que aprendieron el catolicismo al entrar en contacto con sacerdotes chinos. En 1947, sólo el 1,1 % de la población se declaraba católica, con sólo 81 sacerdotes y 46 parroquias. Hoy, hay más de 5.700 sacerdotes, 1.600 consagrados y unas 10.000 consagradas, y 1.000 misioneros surcoreanos en unos 80 países de todo el mundo. El hecho de que los seguidores de Buda y Confucio respaldaran la obediencia al régimen militar que dirigió el país durante su primera fase de desarrollismo, mientras el catolicismo daba cobijo a los opositores también ha ayudado.
Hay luz. Uno de los referentes del desarrollo tecnológico, con las mejores universidades y donde el trabajo es una pseudoconfesión, vive una espiritualidad católica meteórica. Del K-Pop al K-Cristo, que late en Asia como nunca.