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Tenemos grandes líderes, a veces invisibles en lo cotidiano, a veces silenciados o ignorados. Hoy más que nunca necesitamos voces valientes. Y Colombia las tiene.
Por Juliana Velásquez Rodríguez - opinion@elcolombiano.com.co
¿Cómo apostarle al liderazgo público en el contexto actual? ¿Cómo sostener la esperanza en medio de un luto colectivo, donde la tristeza y el desasosiego parecen habitar todos los espacios? ¿Cómo apartar los shows, ataques y provocaciones para enfocarnos, con disciplina casi obsesiva, en la construcción del futuro?
El ejercicio del liderazgo en momentos como este significa, sobre todo, multiplicar la esperanza, promover conexiones fuertes en la diversidad y reconocer la valentía de quienes hablan el lenguaje de las posibilidades. La semana pasada graduamos a la cuarta cohorte de Liderario, un programa que nació de una convicción profunda: Colombia necesita líderes públicos valientes, vocales y capaces de construir caminos en medio de la complejidad.
En medio del desconcierto que nubla lo público, los liderarios nos devuelven la esperanza: la certeza de que, incluso en tiempos inciertos, es posible construir un país más justo, más libre y más digno. Ocho meses de formación dejaron una lección que hoy debemos multiplicar: el desacuerdo, cuidado con respeto, no fractura; al contrario, abre horizontes posibles.
En tiempos de polarización y desinformación, lo verdaderamente revolucionario no es gritar más fuerte, sino escuchar, argumentar y convocar. Encontrar valor en la diferencia, reconocer mejores ideas y apoyarlas, entender contextos distintos: eso es la valentía. La rabia y la grosería son inmediatas, cortoplacistas. La valentía, en cambio, es de largo aliento.
Por eso, a esta cohorte le entregamos un símbolo: el de las voces valientes. Voces que no necesitan gritar para hacerse oír. Voces que nombran lo difícil sin humillar, que entienden que la forma también es fondo, que saben que inspirar no es solo dar ejemplo, sino sembrar pequeñas revoluciones personales en quienes los escuchan. Deportistas, artistas, líderes sociales, empresarios, políticos: todos ellos han pasado por nuestro programa y hoy miramos con ilusión su compromiso con el futuro.
En Proantioquia, y de la mano de los maravillosos aliados que hacen posible este esfuerzo, creemos que Liderario es también una forma de cuidar la democracia. Porque nuestra democracia no es solo un conjunto de reglas: es la decisión colectiva de proteger derechos, ampliar libertades y garantizar oportunidades. Y eso requiere coraje. Coraje para dialogar con quien piensa distinto, para cuidar el desacuerdo, para negarse a normalizar lo inaceptable: la violencia, la corrupción, el lenguaje que degrada.
A los nuevos liderarios les dejamos un reto que es también una invitación para el país: pensar en décadas. Que cada decisión en 2025 pueda contarse con orgullo en 2035. Que cada alianza sobreviva a los ciclos políticos. Que cada conversación deje huella de respeto, incluso sin consenso. Pensar en décadas nos vacuna contra la ansiedad del aplauso inmediato y nos recuerda para qué lideramos: no para ganar el momento, sino para construir futuro.
La crisis de liderazgo en Colombia es una mirada pesimista y miope. Tenemos grandes líderes, a veces invisibles en lo cotidiano, a veces silenciados o ignorados. Hoy más que nunca necesitamos voces valientes. Y Colombia las tiene. Solo en Liderario hemos graduado 134, y cada una está sembrando esperanza en su territorio, transformando realidades y cuidando nuestra democracia.
*Presidenta Ejecutiva Proantioquia