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Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb

Los jóvenes de Colombia no vamos a dejar que nos roben la esperanza

Nuestros padres vivieron los años más oscuros del narcoterrorismo en los años 80: una época marcada por el miedo, el silencio impuesto por las balas y el temblor ante cada amenaza.

hace 5 horas
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  • Los jóvenes de Colombia no vamos a dejar que nos roben la esperanza

Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb

Colombia no está condenada a caminar en círculos por los mismos laberintos de miedo y violencia. Pero para abrir nuevos caminos, se necesita valentía. La valentía de decir las cosas como son, sin adornos ni temores. Esa es la decisión que hemos tomado muchos jóvenes: hablar con firmeza frente a la violencia, frente a un gobierno que parece más dispuesto a dividir que a construir, más atento al ruido que al diálogo, más cómodo en la confrontación que en el liderazgo sereno que exige este momento.

Hace unos días, un intento de atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay estremeció al país. A un joven que ha elegido hacer política desde la palabra intentaron silenciarlo con violencia. No hay espacio para relativizarlo. A eso se suman los recientes ataques con explosivos en el Valle del Cauca.

Ante esto, más de 1.900 jóvenes de todo el país firmamos una carta dirigida al presidente Gustavo Petro. Lo hicimos por convicción, no por conveniencia. Porque creemos en una Colombia donde la diferencia política no se pague con amenazas. Porque no queremos vivir bajo el miedo ni sometidos a la imposición de un solo relato. Porque defendemos un orden institucional que ha tomado décadas construir y que hoy se ve erosionado desde el propio Palacio de Nariño.

Colombia no necesita más discursos encendidos ni confrontaciones estériles. Lo que el país exige es liderazgo sereno, decisiones responsables y un compromiso real con la democracia. ¿Qué futuro se puede construir en un país donde el miedo gobierna más que el presidente? Ninguno. La grandeza de un líder no se mide por cuántos enemigos señala, sino por su capacidad de construir puentes. Lo que estamos presenciando no es liderazgo: es una forma de anti-liderazgo que instala el odio como base del discurso público.

Nuestros padres vivieron los años más oscuros del narcoterrorismo en los años 80: una época marcada por el miedo, el silencio impuesto por las balas y el temblor ante cada amenaza. Fue una ciudadanía valiente la que resistió, una Fuerza Pública firme la que respondió, y unas instituciones que, con esfuerzo, se fortalecieron. Nosotros, los hijos de esa generación, no vamos a resignarnos a vivir de nuevo bajo esa misma sombra. Hoy el peligro tiene otro rostro: es el populismo que normaliza la violencia, justifica la ilegalidad y banaliza el lenguaje. Y ante eso, tampoco vamos a callar.

El pasado sábado, miles de ciudadanos marcharon en silencio por las calles de Medellín. Lo hicieron en rechazo al terrorismo y en respaldo a Miguel Uribe, pero también como un grito colectivo contra el miedo. Ese silencio habló más fuerte que cualquier discurso populista: dijo basta.

Como escribió Honoré de Balzac: “Pertenezco a ese partido de oposición que es la vida.” Y en Colombia, donde a veces parecería que el miedo tiene más poder que la autoridad legítima, oponerse al odio y a la violencia no es solo un acto político: es una afirmación vital. Es elegir, incluso en medio del ruido y la sombra, caminar hacia la luz.

Hoy más que nunca, ser joven en Colombia es tener el coraje de creer. Y no vamos a dejar que nos roben la esperanza.

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Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb

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