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¿Sobrevivió a la fiesta de Navidad?

hace 7 horas
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  • ¿Sobrevivió a la fiesta de Navidad?
  • ¿Sobrevivió a la fiesta de Navidad?

Por Juan David Escobar Valencia - opinion@elcolombiano.com.co

Espero que la fiesta de Navidad le haya salido “bien” y que nadie a causa del licor haya liberado los malos sentimientos contenidos en sobriedad pero que en estas fiestas afloran, por ejemplo cuando unos de los invitados son vistos como “extraños” por algunos miembros “verdaderos” de la familia en términos de consanguinidad, como el esposo o novio de quien sí comparte alguno de los dos primeros apellidos o al menos clasifica como familia extendida.

A menos que sea famoso o muy rico, ese “extraño”, que accidentalmente hace parte del núcleo familiar porque alguno de los átomos que lo constituyen tenía un electrón desapareado o radical libre que atrapó un electrón de otra molécula ajena, no siempre será bien visto por algunos miembros “genuinos” de la tribu que lo consideran un intruso y/o parásito que no es digno de compartir el linaje familiar.

Pero también es justo señalar que unos de esos “intrusos” igualmente odiarán a algunos miembros “auténticos” de la familia, a los que deben soportar por unas horas para que su pareja no le eche cantaleta después de la fiesta y le diga de regreso a casa que la familia de él es peor que la de ella. Uno bien cansado de trabajar todo el año y tener que rematarlo aguantándose al primo petrista de la novia que te miró feo toda la noche y sin saber si le echó algún veneno al trago que tan “gentilmente” te ofreció.

Para los anfitriones, la fiesta navideña no deja de ser un motivo de angustia porque el afán que la celebración de la llegada del Niño Dios sea lo que debe ser, un llamamiento a la alegría y la esperanza, conlleva sus complicaciones e incertidumbres. Enumero algunas de ellas y ustedes me pueden compartir otras para coleccionarlas: -) ¿Alcanzarán la natilla y los buñuelos para todos, sabiendo que la tía Luisa siempre parece que no estuviese en la “Natividad” sino en la “Última Cena”, comiendo sin control, emboscando y persiguiendo las bandejas desde que salen de la cocina? -) ¿Qué ofrecerle a la nueva novia del tío Julián, la “crudovegana” que uno no sabe si sentarla a la mesa o sacarla a pastar al jardín? -) Si abren regalos en público y colectivamente, ¿qué disculpa inventar para justificar que el regalo para el esposo de la hija menor fue más grande que el del esposo de la mayor? -) ¿Cómo evitar que el primo Andrés y sus coetáneos insistan en poner reguetón toda la noche, corriéndose el riesgo que el recién nacido que vino a salvar al mundo, apenas oiga ese ruido infernal, piense que lo mejor es devolverse para el cielo porque ya no tenemos salvación y el Libro de las Revelaciones del Apóstol Juan solo mencionó ruidos de trompetas, pero no los balbuceos de “Bad Bunny” como señales del apocalipsis?

Mejor no sigo porque dirán que me disgustan las fiestas y soy capaz de entristecer hasta el Carnaval de Río. Les deseo una celebración de fin de año con menos ataduras y restricciones, un “feliz y venturoso año nuevo” a quienes me leen, y “lo peor” a los que supuestamente pondrían al país a “vivir sabroso”.

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