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Para todos los lectores, la tarea es construir un buen año. Medir el terreno, usar la plomada, situar las cosas en su lugar y no dejarse engañar por la codicia.
Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com
Estación Tiempo (siendo el tiempo algo que no se ha podido definir y entonces no se sabe si es eterno o es solo el momento presente), a la que llegan los que nacen y mueren, los que habitan situaciones buenas o malas y tienen la opción de dormir (aunque no faltan los insomnes), los que cargan con deudas cumplidas o por cumplir (estas alteran mucho), los que cierran los ojos para ver qué aparece, los que hacen inventarios de haber vivido aunque la memoria es más literatura que certidumbre, los que se introducen en profecías que pintan distopías (serían un arte kitsch mental), los que se montan en proyectos y se olvidan que hay que armarlos de a trocitos y de manera ordenada, los que se reconocen en la campana de Gauss (inicios, desarrollos, madurez, finales) y suspiran, los que esperan que las esperanzas se cumplan sin hacer nada (parásitos del azar). Y en esta fila que entra en el tiempo (o sea en el momento, viviendo), se ven los que no quieren envejecer y se maquillan, los que creen que mover el cuerpo es vivir, los que ya no celebran cumpleaños para no asustarse, etc. Lo del etcétera es lo que no se sabe.
Un lugar común es desear feliz año, sin que haya existido ningún año feliz. Los años son buenos si se construyen y malos si se cometen errores. Y son más o menos y buenos al tiempo cuando se admite que subimos y bajamos, cuando aparecen problemas y los resolvemos (por eso somos inteligentes), porque el asunto del tiempo es que en este llueve y hace sol, rinde si se hace lo correcto y asusta cuando crea vacíos que no se llenaron. Y abriendo un paraguas y cerrándolo, ahí viajamos de presencia en presencia, como decía Fernando González Ochoa, al que echaron de Italia cuando escribió El hermafrodita dormido.
El año es la medida que tarda la Tierra en darle vuelta al Sol y permite ver resultados (avances y retrocesos), determinar hechos (con sus hechos atómicos, dice Wittgenstein) y reflexionar sobre los cuantos logrados y los perdidos. Y ese año no viene hasta que lo estemos viviendo (el gerundio es lo que se vive en el presente), así que siempre está en veremos y la incertidumbre se puede controlar con previsiones, calculando contradicciones y lo qué hacer con los aciertos. Y bueno, volviendo a Fernando González, el viaje es a pie, lo que permite ver detalles y aprender en el camino. Y parar si el terreno es peligroso, cosa que saben muy bien las mulas, que pisan y, sintiendo la superficie, saben por dónde van. Por eso no se alteran.
Acotación: para todos los lectores, la tarea es construir un buen año. Medir el terreno, usar la plomada, situar las cosas en su lugar y no dejarse engañar por la codicia.