Pico y Placa Medellín
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Por Jorge Pérez Jaramillo - opinion@elcolombiano.com.co
Medellín y Antioquia, tienen un amplio acumulado de estudios, planes y proyectos, en un marco de conocimiento y capital social muy valioso.
Es verdad que, durante gran parte del siglo anterior nuestras ciudades se pensaron desde una perspectiva mayoritariamente enfocada a los sistemas funcionales y de infraestructura, pensando en los servicios públicos y las vías para la movilidad motorizada, y de alguna manera entendimos que, con estos elementos sumando la zonificación de usos del suelo y la construcción de edificios lote a lote, se hacía ciudad. Gradualmente, fuimos comprendiendo que eso que llamamos “hacer ciudad”, era algo de mayor magnitud y complejidad. Desde finales del siglo pasado en Medellín y algunos municipios, con apoyo del Área Metropolitana, desarrollamos diversos ejercicios de planeación, ordenamiento territorial y gestión ambiental y catastral, sumados a un amplio ecosistema de planes sectoriales y estratégicos, ampliando el espectro multidisciplinario para trabajar asuntos urbanos y territoriales, y la creación de nuevas instituciones y políticas; entre otros aspectos requeridos para abordar la diversidad de problemáticas que la sociedad demanda, y aprendimos que la ciudad y la región son un escenario para la vida, asunto que debe ser un propósito compartido por toda la ciudadanía.
Esto significa que el territorio se construye desde la ciudadanía y la naturaleza, con una dosis fundamental de gestión pública y política, gran agenda de inversiones del Estado y aportes fiscales de los sectores económicos, sociales, culturales, entre muchos otros. Estos experimentos diversos en proyectos de urbanismo e infraestructuras, que hoy nos distinguen internacionalmente como referente global, como lo significó el premio Lee Kwan Yew (2015); que valoró la ciudad como gran laboratorio de gestión y hechos urbanísticos, reconocida por su resiliencia, voluntad de cambio y por sus proyectos a largo plazo, lo cual hoy, de nuevo nos reclama atención.
De la mano de un amplio sistema de proyectos, muchos implementados bajo liderazgo continuado y el compromiso conjunto entre varios sucesivos gobiernos, con visión compartida a largo plazo, todo complementado con fuerte liderazgo de la ciudadanía y los diversos actores económicos, técnicos, académicos y sociales, permitió que la ciudad diera el salto cualitativo que ahora nos parece convencional, pero que costó varias décadas.
Tenemos evidencia histórica de que cuando una comunidad se compromete con grandes propósitos, logra cambios estructurales. Ciudades como Bilbao, Barcelona, París, Singapur, Porto Alegre y muchas otras, lo evidencian. Nuestra historia de violencia y fractura social y territorial nos convirtió durante años en un “agujero negro para el mundo” y nos marginó de la comunidad global; la crisis de nuestra estructura económica demandó enormes esfuerzos para su transición, en curso; ahora, casos como la consolidación del Grupo EPM y el Metro y muchos otros procesos urbanos tan reconocidos globalmente, demuestran capacidad de cambio.
Hoy vivimos una etapa en que debemos reimaginar, repensar y consolidar un nuevo acuerdo sobre asuntos fundamentales. Se requiere grandeza para pensar conjuntamente, señalándonos verdades dolorosas sobre problemáticas acumuladas que merecen nuestra atención urgente, aprendiendo de las experiencias acumuladas, con agenda para superar visiones fragmentadas o sectoriales, para configurar con todos los sectores, los acuerdos fundamentales por nuestro futuro común. Los acuerdos compartidos son posibles con el compromiso fuerte de la sociedad, con nuevos y fortalecidos liderazgos, visión y generosidad política para comprender las diferencias y definir agendas transformadoras. Acordar los grandes propósitos conjuntos, nos permitiría superar barreras ideológicas y construir acuerdos que nos beneficiarían a todos y nos ofrecerían mejores condiciones de vida.
Antes lo hicimos. No esperemos vivir nuevas crisis como en el pasado, para cambiar.