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Del decretazo al Alpujarrazo

hace 6 horas
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  • Del decretazo al Alpujarrazo

Por Paola Holguín - @PaolaHolguin

Pensé mucho antes de escribir esta columna, porque estos días me han invadido el dolor, la rabia y la frustración, sentimientos que no son buenos consejeros; pero siento que hay que pasar de la indignación a la acción, y tenemos que hacer un alto para reflexionar sobre todo lo que está pasando con Colombia y trazar una hoja de ruta.

El atentado contra Miguel Uribe, me hizo sentir que habíamos fracasado como Nación, que mi generación no había logrado hacer suficiente para que nuestros compatriotas no vivieran la violencia que en mi juventud tocaba a diario la puerta. Con la Seguridad Democrática soñé que podríamos superar secuestros, bombas, reclutamientos forzosos de menores, desplazamientos y asesinatos; pero hoy siento que retrocedimos lo que habíamos avanzado, y regresamos tres décadas, a esas épocas oscuras en las que el mundo nos veía como un Estado fallido.

Me frustró ver que a pesar de los llamados y los esfuerzos del Cardenal y otros sectores, para bajar el tono al debate político, y superar los discursos incendiarios de odio y división; Petro continuó con su estilo. Aquí también tenemos que ser claros, no podemos equiparar a todos los sectores, porque el tono de todos no es el mismo, y cuando se quiere hacer parecer que todos son responsables, entonces nadie lo es. Y aquí sí hay culpables.

Luego vino la convocatoria del Presidente en La Alpujarra con cabecillas de estructuras criminales del Valle de Aburrá presos en la cárcel de Itagüí, y el imputado exalcalde Quintero, cuya administración está siendo investigada por delitos como peculado, prevaricato y celebración indebida de contratos.

Este deshonroso hecho tiene varios elementos: primero, muy grave ver al Jefe de Estado al lado de criminales en actos públicos que rayan con la apología al delito, convirtiéndolos en protagonistas y revictimizando a las víctimas. Pero, lo cierto es que no es la primera vez, muchos que se indignaron con este acto, poco o nada dijeron cuando similares hechos se presentaron con Santos y los bandidos de las Farc. Colombia tiene que superar de una vez por todas el doble racero frente a los criminales, no puede ser que por afinidad ideológica tengamos bandidos de primera y de segunda. No podemos seguir con el cuento de reconocimiento político, que termina siendo una justificación o atenuante para los crímenes de algunos.

Segundo, terminemos el discurso que deslegitima el Estado para legitimar bandidos, aquí se tiene que hacer un marco jurídico de sometimiento para que sean las estructuras criminales y no el Estado quienes se sometan. La paz no puede estar por encima de la seguridad y de las demás obligaciones constitucionales de los Gobiernos. En nombre de la paz no se puede sacrificar completamente la justicia, porque la impunidad es un crimen que aleja a los pueblos de cualquier posibilidad de reconciliación.

Tercero, muy grave que Petro llegue al corazón de la administración del Distrito y de Antioquia en tono amenazante, como ya lo hizo en la Plaza de Bolívar contra el Congreso con su bandera de Guerra a Muerte. Los símbolos y señales del Gobierno son cada vez más agresivos, regresivos y antidemocráticos.

Ojalá, abramos los ojos y entendamos la dimensión del riesgo en el que está Colombia. Ojalá, la unión en oración de millones de ciudadanos por la salud de Miguel, por encima de credos, ideologías y partidos, se mantenga para luchar por la democracia, la institucionalidad y la justicia. Ojalá, entendamos que es hora asumir con valor nuestro destino como Nación, definiendo la hoja de ruta y empezando su ejecución.

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