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Columnistas | PUBLICADO EL 01 febrero 2022

Japón puede enseñarnos a vivir con el coronavirus

Por Hitoshi Oshitani

Todo comenzó con el brote de coronavirus en un crucero en febrero de 2020. Nueve trabajadores de la salud y oficiales de cuarentena que estaban respondiendo al brote en el barco en Japón se infectaron. Se trataba de personas con experiencia en procedimientos de control y prevención de infecciones y era difícil creer que ni uno ni dos, sino nueve de ellos no se lavaron las manos correctamente. Si bien esto todavía estaba ocurriendo en los primeros días de la pandemia, parecía posible que el coronavirus se estuviera propagando de otra manera que no fuera a través de grandes gotas.

Luego un informe reveló que un viajero de China que visitó Alemania transmitió el coronavirus a otras personas a pesar de no tener síntomas en ese momento. Este informe confirmó lo que mis colegas y yo especulábamos: que el coronavirus se estaba propagando por personas asintomáticas o que aún no habían desarrollado síntomas.

En ese momento, tuvimos que considerar si los aerosoles estaban desempeñando un papel en la forma en que se propagaba el coronavirus.

La manera tan única de rastreo de contactos de Japón también nos dio más pistas sobre cómo se propagó el virus. Mientras que otros países se enfocaron en el rastreo de contactos prospectivo, en el que los rastreadores de contactos identifican y notifican a los contactos de las personas infectadas después de que se infectan, nosotros utilizamos el rastreo de contactos retrospectivo. Se trata de una enfoque en el que los rastreadores identifican a una persona infectada y analizan en retrospectiva para averiguar cuándo y dónde se infectó esa persona y quién más podría haberse infectado de manera simultánea.

Este enfoque resultó ser crítico, pues aprendimos que el coronavirus se estaba propagando de manera predominante a través una pequeña cantidad de personas infectadas que luego creaban eventos de superpropagación. Mi colega de investigación Hiroshi Nishiura calculó que lo más probable es que la mayoría de los casos procedieran de personas infectadas en entornos cerrados y en interiores.

Desde entonces, esto se convirtió en el fundamento de la estrategia de Japón y es, en última instancia, lo que permitió que el país tuviera una de las tasas de letalidad más bajas entre sus pares.

Si el coronavirus se propagaba por aerosoles y la gente podía contagiar el virus antes de desarrollar algún síntoma, significaba que el covid-19 era en gran medida invisible y que sería extremadamente difícil de eliminar.

Sugerí un concepto básico: las personas debían evitar las tres ces: espacios cerrados, lugares concurridos y entornos de contacto cercano. El gobierno japonés compartió este consejo con el público a principios de marzo y se comunicó por todas partes. El mensaje para evitar las tres ces apareció en las noticias, los programas de variedades, las redes sociales y también carteles. Las “tres ces” incluso se mencionaron como la frase del año en Japón en 2020.

Aunque Japón declaró ciertos periodos de estados de emergencia pandémicos y prohibió la entrada de turistas extranjeros al país, nunca se tomaron medidas drásticas, como confinamientos, porque el objetivo siempre fue encontrar formas de vivir con el covid-19. Las tres ces le enseñaron a la gente qué contextos evitar.

En cuanto a la cantidad de casos y muertes, a Japón le ha ido bien en comparación con otros países. Ha tenido alrededor de 146 muertes por cada millón de personas durante la pandemia hasta ahora. Estados Unidos ha tenido alrededor de 2.590 muertes por millón.

Japón utilizó la ciencia para crear una estrategia efectiva y un mensaje digerible. Ese mensaje, de evitar las tres ces, era procesable sin ser alarmista y ofrecía una solución que podría durar más que las circunstancias cambiantes. Funcionó debido a una confianza subyacente entre el público y el personal de respuesta a la pandemia.

En el futuro, el gobierno japonés debe reconocer los desafíos, mejorarlos y trabajar para proteger a las poblaciones más vulnerables y desatendidas.

Después de un periodo de bajas tasas de transmisión, el país enfrenta un aumento en los casos debido a la variante ómicron, al igual que otros países. La vacunación por sí sola no será suficiente para que el mundo viva con el covid-19. El pueblo japonés deberá adoptar el principio de las tres ces cada vez que haya un aumento. Es muy probable que así sigamos adaptándonos a la vida con el virus.

Se requeriría un análisis mucho más profundo para comprender cómo los contextos antropológicos, culturales e históricos han influido en las diversas medidas de respuesta en todo el mundo y su eficacia. Pero, por ahora, sabemos que un mensaje efectivo y con fundamentos científicos ha ayudado a Japón a mantener las muertes en niveles más bajos en comparación con otros países y podría ser un ejemplo de cómo avanzar en un mundo donde el covid-19 siempre estará con nosotros 

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