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Por Mairav Zonszein
Nunca hay tranquilidad en Israel, pero el mes de julio trajo un nuevo escándalo. Primero, se supo que los gobiernos de todo el mundo han utilizado software espía, comprado a una empresa israelí de cibervigilancia, para atacar a periodistas, activistas de derechos humanos y políticos. Las revelaciones podrían implicar al Ministerio de Defensa israelí por los permisos que otorgó. Este suceso encabezó las noticias internacionales durante días, pero los funcionarios israelíes estaban en cambio preocupados por el helado. El 19 de julio, Ben & Jerry’s anunció que ya no estará disponible en los territorios palestinos ocupados a partir de 2023. La historia de la desinversión desvió la atención del papel que juega la tecnología israelí en las prácticas antidemocráticas globales. Juntas, las historias destacaron dos de las empresas nacionales que definen a Israel: alta tecnología y ocupación militar perpetua.
La respuesta del gobierno israelí al anuncio de Ben & Jerry´s fue rápida. El primer ministro Bennett y el ministro de relaciones exteriores, Lapid, insistieron en que la medida era antiisraelí y antisemita. El embajador de Israel en Estados Unidos hizo un llamamiento a los gobernadores de 35 estados de su país para que activaran medidas contra esta decisión.
El gobierno israelí se presentó a sí mismo como víctima de un movimiento hostil y poco ético por parte de la empresa de helados. Como si Israel no participara en ningún comportamiento inmoral propio; como si una empresa israelí que vende tecnología altamente controvertida a regímenes autoritarios no fuera más cuestionable que una empresa de helados que niega sus tarros a clientes que viven en determinadas zonas.
La uniformidad de la reacción oficial en Israel a la decisión de Ben & Jerry´s refleja un consenso político israelí, a diferencia del de la comunidad internacional, que no distingue entre el territorio israelí dentro de sus fronteras de 1948, reconocidas internacionalmente, y los territorios que ocupó en 1967.
Sin embargo, el mensaje que está enviando la compañía de helados en cuanto a que los territorios no son parte legítima de Israel va de acuerdo no sólo con normas internacionales, sino que también se alinea con algunos de los mismos acuerdos políticos israelíes.
Los oficiales israelíes, por supuesto, quieren que el mundo los vea como una nación nueva, moral, benevolente y liberal, a pesar de la ocupación de décadas. Pero si bien el tono del nuevo gobierno ha cambiado ligeramente con respecto al de su predecesor, su postura sigue siendo la misma.
Israel es exportador líder de tecnología de vigilancia de vanguardia, como reconocimiento facial, monitoreo de Internet y recopilación de datos biométricos. Prueba y utiliza estas herramientas todos los días en los territorios ocupados como parte de su intrincado sistema de control sobre el movimiento y la vida de millones de palestinos y vigila así también la frontera con Cisjordania y el espacio público.
Israel también opera una extensa red de cámaras encargadas de observar cada rincón de la Ciudad Vieja de Jerusalén. La ciudad de Hebrón es conocida en el ejército como una “ciudad inteligente” debido a su sofisticado sistema de recopilación de datos, que ayuda a los observadores sobre el terreno a supervisar el paisaje urbano desde la seguridad de sus salas de control. Israel llevó a cabo su última guerra en mayo con Hamas en Gaza principalmente desde un búnker subterráneo, confiando en la inteligencia y la tecnología digital para dirigir su fuerza aérea sobre los objetivos que atacar.
La pregunta es qué sucederá ahora. Israel ve su sector de alta tecnología como motivo de orgullo nacional y constituye una parte integral de su economía y poder en el mundo. No está claro si un mayor escrutinio traerá consecuencias para las acciones de Israel, ya sea en el hogar, en los territorios ocupados o en secreto, en teléfonos móviles de todo el mundo. Pero mientras que Estados Unidos y otras democracias occidentales han aceptado en gran medida las restricciones de Israel a los derechos de los palestinos, ahora que parte de esa tecnología de vigilancia se exporta para restringir la libertad de expresión, el mundo se está despertando y dando cuenta. Israel está acostumbrado a tener su helado y a comérselo. Eso aparentemente tiene un precio, y no solo para los palestinos