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Inseguridad energética

Mientras nuestros vecinos se enriquecen exportando estos nuevos commodities, Colombia podría quedar en el lado triste del paseo: condenada la inseguridad energética.

19 de noviembre de 2023
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  • Inseguridad energética

Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com

Pocas cosas han sido más determinantes en moldear la historia de la humanidad que el petróleo. Y aunque tener hidrocarburos en el subsuelo no garantiza riqueza, no tener acceso certero a estos recursos sí es “mucha pobreza”, llegando incluso a convertirse en un asunto de seguridad nacional: la famosa “seguridad energética”.

Ahora que nos encontramos en la era de la “transición energética”, en tiempos en los que poco a poco el mundo dependerá menos del petróleo y otros hidrocarburos como fuente de energía, los problemas asociados a esta “inseguridad energética” global prometen transformarse. El problema es que no necesariamente será un panorama mejor.

Los principales productores de petróleo a nivel mundial, como Estados Unidos, Arabia Saudita o Rusia, contribuyen, cada uno, con menos del 15% de la producción global. Aunque estos grande exportadores tienen una fuerte incidencia en el mercado, ninguno llega a tener un control total: la oferta está atomizada.

Sin embargo, el panorama es distinto cuando nos referimos a los mercados de los minerales que tendrán un papel crucial como facilitadores de las energías limpias. A diferencia del petróleo, la mayoría de los componentes en las cadenas de suministro de la energía solar y eólica exhiben una concentración mucho mayor en ciertos países. Quienes posean reservas de cobalto, litio, cobre y otros minerales y metales podrían convertirse en los “petroestados” del siglo XXI.

Alrededor del 70% de las reservas mundiales de cobalto, por ejemplo, se concentran en la República Democrática del Congo. Más del 70% de la producción de litio, un componente clave en las baterías de los vehículos eléctricos, es realizada por sólo dos países: Chile y Australia. Sin embargo, el gran ganador de la nueva era de la seguridad energética es, sin lugar a duda, China: de los más de 50 minerales considerados como “estratégicos” para la transición energética por la Unión Europea, China es el principal productor de alrededor de la mitad. “Oriente Medio tiene petróleo, China tiene tierras raras”, afirmó en algún momento el líder chino Deng Xiaoping. El tiempo parece estar dándole la razón.

Sin embargo, China no sería la única beneficiaria de esta reconfiguración energética: América Latina se encuentra también en una posición privilegiada. Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Brasil no solo son ricos en cobre, litio, estaño, grafito y otras materias primas escasas en el resto del mundo, sino que en muchos casos se encuentran promoviendo políticas para establecerse como jugadores de largo plazo en el sector.

Colombia, tristemente, de momento no forma parte de este panorama. Por el contrario, nos encontramos ante un Gobierno Nacional que tiene un discurso antagónico frente a la actividad minera. En casos como el del oro, el grueso de la explotación está quedando en manos de los grupos ilegales: según la edición pasada de The Economist, hasta Burkina Faso, Perú y Sudán tienen un mayor porcentaje de producción de oro formal que nuestro país.

Las discusiones sobre el futuro energético del país, tan sonadas este último año, no deben limitarse únicamente al petróleo y al gas, sino extenderse también a la minería. De lo contrario, mientras nuestros vecinos se enriquecen exportando estos nuevos commodities, Colombia podría quedar en el lado triste del paseo: condenada la inseguridad energética.

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