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Columnistas | PUBLICADO EL 16 abril 2020

Impacto Económico

Por rodrigo Botero Montoyaredaccion@elcolombiano,com.co

Es difícil referirse a la coyuntura internacional sin recurrir a la hipérbole. En lo que concierne al aspecto humanitario de la devastación causada por el coronavirus, las cifras diarias del número de víctimas dan una idea aproximada de los órdenes de magnitud de la crisis de salud pública a nivel mundial.

Analizando las reacciones a epidemias remotas en los países europeos, el historiador Simon Schama encuentra coincidencias en la tendencia de dirigentes gubernamentales a señalar el origen asiático de la peste y en la asignación popular de culpabilidad por la misma a inmigrantes y a minorías étnicas y religiosas. Esos reflejos condicionados son antecedentes a los cuales no se debería apelar en nuestro tiempo. Se va a requerir un enorme esfuerzo de solidaridad internacional para apoyar a países de bajos ingresos que carecen de la capacidad para responder con efectividad a una emergencia sanitaria como la actual.

En lo que respecta al aspecto económico, el referente más cercano es la Gran Depresión de los años treinta. La diferencia es que el mundo ahora está más interconectado; los flujos comerciales y financieros son mayores; la migración internacional ha adquirido grandes proporciones; y la crisis se percibe en tiempo real, gracias a los medios de comunicación modernos.

Según estimativos del Banco Mundial, el PIB de América Latina experimentaría una contracción de 4.6 % este año, sin incluir a Venezuela. Limitándose a los países latinoamericanos grandes, las previsiones son de una caída del PIB inferior a 5 % para Colombia y Perú. Para México, Chile, Brasil y Argentina, las caídas del PIB oscilarían entre el 5 % y el 8 %. Los estimativos del World Economic Outlook elaborados por el Fondo Monetario Internacional contienen resultados similares.

Argentina ya se encontraba un una situación vulnerable, con la economía en recesión, antes de la aparición del covid-19. La deuda pública como proporción del PIB era elevada; la inflación era del orden de 50 % anual; y el acceso a las fuentes de crédito externo estaba cerrado. El incremento de gasto público, financiado con recursos de emisión monetaria para enfrentar el problema de salud, conlleva el riesgo de caer en la hiperinflación. La cotización de los bonos de deuda soberana argentina refleja el temor de los mercados a que se avecine una suspensión de pagos. En la eventualidad de que los acreedores externos rechacen en los próximos días la solicitud del Ministro de Economía para que acepten reducciones substanciales del capital y los intereses acordados, es probable que Argentina se vea obligada a incurrir en otro default.

Para nada ayuda, en tiempos de crisis, acudir a lo que Alberto Lleras denominaba la profecía trágica. La prioridad tiene que seguir siendo proteger la salud de la población y minimizar las posibilidades de contagio. Dicho esto, no debe soslayarse el costo de ocho semanas de vacaciones obligatorias ni el de sus consecuencias sociales. En base a los elementos de juicio disponibles, es previsible que en términos económicos, el 2020 será recordado en América Latina como Annus horribilis.

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