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Columnistas | PUBLICADO EL 16 julio 2021

Humillados y ofendidos

Por Ramiro Velásquez Gómezramirovego@gmail.com

En una empresa de comunicaciones los aspirantes preseleccionados a un empleo deben surtir una capacitación de 29 días. Cada jornada reciben en contraprestación 4000 pesos, pero deben trabajar. Al final los evalúan de acuerdo con las ventas.

Sí, venden pero no les pagan. Se toma como capacitación. Y el dinero que les dan no alcanza ni para el transporte de ida y vuelta.

Un grupo de vendedoras puerta a puerta salió con la esperanza de tener un buen día. Al final, pese a haber vendido varios productos, el encargado les informa que no cumplieron la meta y por lo tanto no recibirán ningún pago.

La cajera está enferma. El malestar es evidente. Dice que irá a consulta. Al otro día indica que sigue mal pero que no fue al médico: si la incapacitan, no le pagan y necesita el dinero.

Para algunos eso es flexibilidad laboral, por la que tanto abogan empresarios, pero es simple y llanamente precariedad laboral, humillación de personas que buscan un trabajo con desespero. Es pisotear su dignidad.

Con la pandemia el desempleo creció vertiginoso y la recuperación ha sido lenta. No solo es el caso colombiano. En Indonesia, por ejemplo, para atraer inversión se aligeraron las normas de protección a los trabajadores a tal punto que generó preocupación en inversores mundiales.

Este trato es lo que explica en parte la manifiesta indignación de los jóvenes frente al mercado laboral. Así no tienen futuro. No hay esperanzas y no se trata, como les gusta tanto a nuestros gobernantes y dirigentes, de la odiosa ‘meritocracia’, porque se puede estar capacitado pero el trato laboral no permite forjar un futuro.

Es solo ver los contratos por prestación de servicios: impiden que la persona tenga vacaciones, enferme o proyecte la adquisición de bienes porque siempre ronda la incertidumbre.

Muchos no ven futuro. Prefieren empleos cortos o actividades propias así dejen poco.

Los ejemplos citados, que son reales, son pocos. ¿Qué decir de vendedores de almacenes donde solo les pagan el día y ni derecho tienen a sentarse durante la jornada, y hasta comer algo o ir al sanitario es mal visto? Y no crean que son unos cuantos. O de tanto impulsador de productos.

La mal llamada flexibilización laboral es hoy una ofensa a la dignidad humana, un juego con las aspiraciones de cualquier persona, una humillación que desencadena en frustración y resentimiento cuando menos.

A eso la redujeron.

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Ramiro Velásquez Gómez

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