Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
La reacción de Nicolás Maduro y del eje que le soporta, el clepto-tirano cubano Díaz-Canel y el narco-chalado nicaragüense Daniel Ortega, ante el ataque estadounidense a una embarcación de traficantes de drogas en aguas caribeñas es un compendio de “cantinfladas” y contradicciones que causarían hilaridad salvo porque detrás de ellas se esconde el sufrimiento de tres naciones y de miles de personas atrapadas en las redes de la droga.
Maduro ha asegurado que los gringos pretenden destruir su proyecto “revolucionario”. “No quieren que la juventud de Estados Unidos ponga sus ojos en Venezuela, donde hay una democracia territorial. Le decimos que Venezuela no se gasta el presupuesto en guerras, ni en invasiones, ni en lanzarle misiles y bombas a los pueblos”.
Por eso las constantes amenazas a Guyana por las riquezas del Esequibo, en una contienda a la que, dicho sea de paso, no le faltan razones a Venezuela. Porque no nos hagamos trampas al solitario, si no estuviera latente una intervención directa de Estados Unidos, Maduro ya habría invadido el Esequibo.
Pero no contento, Maduro aseguró que “En Venezuela va a haber paz, con soberanía, con pueblo, con igualdad, con democracia, con libertad”. Y así será, el día que se acabe con el “chavismo” y Maduro salga preso o de camino a Cuba.
Ortega, en un discurso durante el acto central del 46 aniversario de constitución del Ejército de Nicaragua, calificó de “payasada” el despliegue militar de EE. UU. con pleno conocimiento de causa, ya que está rodeado de payasos asesinos. “¿Cómo demuestran ellos (EE. UU.) que eran narcotraficantes y que llevaba drogas para los Estados Unidos?”, se preguntó el exlíder sandinista reconvertido en capo al más puro estilo siciliano, con toda su familia repartida en todos los resortes del Estado. A Ortega no le vale la palabra de Trump, pero por lo visto tenemos que tragar con sus chuflas cuando acosa a obispos y sacerdotes que solo denuncian los abusos del régimen y los acusa de ser traidores al servicio de Estados Unidos.
La respuesta cubana llamando a la cooperación de todos los gobiernos de la región en la lucha contra el narcotráfico resulta una tomadura de pelo sin más. Es como si pusiéramos a dirigir un penal a los pandilleros que están adentro.
Que nadie tenga dudas de que el narco está asentado en Venezuela, Nicaragua y Cuba, y que opera con absoluta impunidad.
Pero lo cortés no quita lo valiente: que nadie tenga tampoco dudas de que el despliegue naval estadounidense va más allá de la lucha contra el narco, con el Esequibo en el horizonte. La coincidencia en las fechas con las elecciones generales en Guyana no deja lugar a dudas.
Baste recordar que desde 1841 Venezuela reclama con toda la lógica el Esequibo. Y que el llamado Laudo Arbitral de París de 1899 favorable a Inglaterra fue fruto de un complot con el beneplácito de EE. UU. en el que se compró al jurista ruso Friedrich Martens. No olvidemos quienes se dedicaron desde la Conquista a piratear y rapiñar las sobras del Imperio.