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Columnistas | PUBLICADO EL 02 octubre 2022

Homo simbiótico

Las soluciones no provendrán de los políticos, dijo alguien experimentado. Somos las empresas y las comunidades quienes debemos actuar, luego nos seguirán los políticos.

* Director de Comfama.

Querido Gabriel,

Creo que apareció en el último libro de la serie de la Fundación de Isaac Asimov. Era una mujer y parecía ser homo sapiens. Sin embargo, al comprender su conexión con Gaia, su planeta de origen, era evidente que tal vez fuéramos parte del mismo árbol, pero no estábamos en la misma rama. Entre ella, el planeta y sus habitantes no había separación, funcionaban en una asombrosa sincronía, como elementos complementarios de un inmenso organismo vivo.

En el relato, a medida que la mujer se alejaba de Gaia y pasaban los días ingiriendo alimentos de otras fuentes y respirando aire generado por máquinas, su relación con el origen se iba desvaneciendo, incluso ella misma parecía difuminarse. Estaba decayendo por desnutrición material y espiritual; al dejar de contener y ser contenida por su mundo, iba dejando, poco a poco, de existir... ¿Será que conversamos sobre cómo reparar nuestra separación con la Tierra, sobre la falsa dicotomía entre naturaleza y humanidad?

“¿Por qué estamos en guerra con la naturaleza?”, pregunta Eric Julien, el autor francés amigo de los Kogi que recorre el mundo llevando su mensaje acerca de la necesidad de sanar la Tierra. La cultura occidental, que ve la naturaleza como recurso y supedita a las demás especies a la voluntad humana y a nuestras desmedidas demandas, es la fuente de nuestra profunda crisis ambiental. Estamos cometiendo un genocidio involuntario, multiespecie y de escala global debido a nuestra cultura de consumo desbordado.

Hace poco estuve en una formación de permacultura. Al comenzar, pensé en Juan Luis Mejía cuando explica que cultura y agricultura están conectadas; así como cultivamos la tierra cultivamos también nuestro espíritu y el alma colectiva. Pensé que sería un programa práctico para producir alimentos de manera permanente, sin deteriorar el suelo, como lo propusieron sus creadores, los australianos Mollison y Holmgren. Pero al final del primer día ya era claro que se trataba de algo más.

Hay, desde luego, técnicas de biomimetismo o imitación de la naturaleza que buscan una conversación armónica entre las intenciones humanas y las intenciones de la Vida; producir alimentos, cuidando el suelo y la vibrante diversidad que lo conforma. Sin embargo, todo parte de una pregunta más elevada: ¿Qué planeta queremos dejar a nuestros hijos y qué hijos queremos dejarle al planeta? Algunos de los principios que de allí emergen aplican para lo personal, lo organizacional y lo social, son la cooperación en lugar de la competencia o dominacion, la actuación desde lo local, el pensamiento sistémico, la inteligencia colectiva y la sobriedad feliz, entre otros.

Las soluciones no provendrán de los políticos, dijo alguien experimentado. Somos las empresas y las comunidades quienes debemos actuar, luego nos seguirán los políticos. No debemos buscar, tampoco, recetas ni ideologías, que mucho se parecen, sino vías conciliadoras para la transición. En este caso se requiere una transformación más que una revolución. Es esencial encontrar caminos que sean viables y cuidadosos del frágil equilibrio social y económico de nuestro tiempo.

Inspiremos nuestra tertulia, finalmente, con la invitación del inolvidable Tarik Chekchak, que de alguna manera recoge el mensaje de Asimov y de la cual podría emerger el homo simbiótico, aquel que comprende que existe solo gracias a que el resto del universo existe con él: “Nuestro objetivo debe ser reinsertarnos en el tejido de la vida” 

David Escobar Arango

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