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Por Joan C. Williams
Empleadores están usando la pandemia para deshacerse de madres de familia, y nuestros intentos por protegerlas están fracasando.
La Ley de Respuesta al Coronavirus Familias Primero (Family First) de EE.UU. se promulgó esta primavera con el propósito expreso de brindar a los trabajadores licencias familiares y por enfermedad ampliadas por razones relacionadas con covid-19 y los cierres de escuelas y cuidado infantil que lo acompañan. Pero entre abril y junio, las llamadas relacionadas con los cuidadores a nuestra línea directa del Centro para la Ley Laboral (Center for Work Life Law), que proporciona recursos legales para ayudar a los trabajadores a reclamar adaptaciones en el lugar de trabajo y permisos familiares, aumentaron un 250 por ciento en comparación con el mismo período del año pasado. Hemos tenido noticias de muchísimos trabajadores, muchos de ellos madres. Y las historias que comparten dejan en claro que Families First se está quedando corto.
Una madre soltera no es elegible para Families First, que excluye a los trabajadores de la salud, los servicios de emergencia y aquellos que trabajan para empresas con más de 500 empleados. No tiene opciones de cuidado infantil para sus hijos de 6 años y de 8 meses. Agotó todas sus opciones de licencia pagada durante la licencia por maternidad. “Me han dado dos opciones: renunciar o ser despedida”, nos dijo. Ella renunció. Es una de los 106 millones de personas que se estima que no tienen cobertura garantizada bajo la ley.
Incluso aquellos que parecen estar cubiertos por Families First a menudo terminan perdiendo sus trabajos. Una madre soltera quería comenzar a trabajar tiempo parcial, usando el permiso de Families First por unos días a la semana. Sintió que esto funcionaría bien, pero en ese momento, solo se permitía tomar licencias por partes si el empleador estaba de acuerdo. El suyo finalmente no lo estuvo, y fue despedida.
Escuchamos de otra madre soltera cuya hija tiene una discapacidad que la hace especialmente vulnerable al covid-19, y quien con éxito había trabajado desde su casa desde el comienzo de la pandemia. Fue despedida porque su empleador insistió en que regresara a la oficina, cosa que no podía hacer sin poner en riesgo a su hija. Si un empleado tiene una condición médica, algunas veces les podemos conseguir acomodaciones para el teletrabajo bajo el Acta para Americanos con Discapacidades. Pero si tienen que teletrabajar para proteger la salud de un pariente, normalmente se acaba su suerte.
Sabemos que la pérdida de empleo relacionada con la covid ha afectado a las mujeres de manera desproporcionada. También sabemos que las mujeres de quienes estamos escuchando no están renunciando porque no quieren trabajar, están siendo obligadas por una combinación de requerimientos para el cuidado de sus familias y rigidez de sus empleadores. Y cuando los trabajadores tratan de resistir, se enfrentan a un laberinto de leyes que frecuentemente son inefectivas.
Una madre soltera con dos hijos se encontró sin guardería y sin ingresos durante dos meses, mientras que el estado la consideró dos veces inelegible para los beneficios de desempleo. Otra ni siquiera pudo apelar la decisión de su estado debido a una conexión a Internet defectuosa. Escuchamos a mujeres de bajos ingresos que tienen que regresar al trabajo, dejando a sus hijos pequeños solos en casa. Ahora les preocupa que alguien llame a los Servicios de Protección Infantil y pierdan a sus hijos.
Tal como están las cosas, es muy posible que estemos enfrentando una desaparición generacional de las carreras de las madres: las investigaciones muestran que cuando las madres dejan la fuerza laboral perjudica sus perspectivas económicas durante décadas, a menudo de forma permanente. Una sociedad que expulsa a las madres de sus trabajos es una sociedad que empobrece tanto a las madres como a los niños.
Esta crisis debería ayudarnos a reconocer finalmente que las madres están criando a la próxima generación de ciudadanos; la maternidad no es una diversión privada. En junio, el senador Cory Booker presentó una legislación que protegería, de una manera simple y directa, a todas las madres, padres y otros cuidadores familiares, de la discriminación laboral. Eso está muy retrasado, pero necesitamos mucho más.