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Columnistas | PUBLICADO EL 18 noviembre 2022

Hay que acabar con este Frankenstein.

Las Car tienen un poder supra institucional. Todos los gobiernos anteriores han sido incapaces de meterles la mano. Pareciera que todos les tienen miedo.

Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com

Los últimos reportes oficiales informan que la temporada de lluvias en el país, hasta el momento, ha dejado un saldo de 205 personas fallecidas, 281 heridos, 53 desaparecidos y cerca de 500,000 ciudadanos afectados que conforman 150,000 familias. Así o más trágico.

El presidente Petro estuvo en Egipto, en la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático - Cop27-. En su discurso, propuso “10 mandamientos” para enfrentar este alto riesgo de la humanidad. La Cop27, estuvo signada por la ausencia de los presidentes de los países que más impactan el planeta. El principal patrocinador fue Coca-Cola. Muchos líderes llegaron en sus jets privados, demostrando cómo se cuida el medio ambiente. Además, como manifestó con ironía un experto, el gran problema de la Cop27, fue el mal tiempo para realizarla.

Pero más allá de esto, que no es culpa del presidente, en la discusión del cambio climático, yo incluiría, para el caso local, el mandamiento número 11: darle un golpe de estado al Sistema Nacional Ambiental (Sina). Este sistema, es el que de verdad necesita un revolcón. Las estrellas rutilantes del corrupto sistema son las 33 Corporaciones Autónomas Regionales (Car). La historia fallida comenzó en 1954, con la primera corporación creada para proteger el valle alto del río Cauca. ¿Cómo le va a esta corporación en el Índice de Evaluación de Desempeño Institucional (Iedi)? Mejor no preguntar. Deje así.

En la actual temporada de lluvias, nuevamente los hechos demuestran que dichas corporaciones están a años luz de cumplir con su misión: proteger el patrimonio natural, dentro del área de su jurisdicción y propender por su desarrollo sostenible, mediante la ejecución de programas efectivos, ejerciendo como máximas autoridades ambientales.

Las Car tienen un poder supra institucional. Todos los gobiernos anteriores han sido incapaces de meterles la mano. Pareciera que todos les tienen miedo. Son intocables. Manejan presupuestos anuales consolidados superiores a los 5 billones de pesos. Ríos de tinta, vertidos en informes elaborados por los entes de control, han demostrado los escandalosos sobrecostos en los contratos, los sobornos para otorgar licencias irregulares y el hedor de las Car. Los empresarios ratifican que las Car junto con la aduana, son las entidades más corruptas del país.

Todo lo anterior se volvió paisaje. Por eso, los cientos de funcionarios investigados por navegar, sin ningún mea culpa, en las aguas mansas del código penal, se mueren, pero de la risa.

Ya es hora de que la ministra del medio ambiente deje de ser una activista y comience a gobernar con hechos concretos. Si los recursos públicos se hubieran invertido en la forma debida y y se hubiera cumplido la razón de ser de las Car, hoy no estaríamos viendo, con el corazón arrugado, la tragedia de las familias colombianas más vulnerables, sufriendo por esta arremetida de la naturaleza. Los directores y los consejos directivos de las Car miran para otro lado. Lo del cambio climático no es con ellos.

Presidente Petro y ministra Muhamad: hay que acabar con este Frankenstein. ¿Por qué le tienen miedo?

Juan Carlos Manrique

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