viernes
0 y 6
0 y 6
Hace casi diecisiete años, en un arranque de osadía, le propuse a doña Ana Mercedes Gómez Martínez, directora en ese entonces, publicar una columna escrita por una ama de casa para amas de casa. Su respuesta es obvia, pero el público objetivo trascendió y muy pronto mis palabras sencillas y espontáneas conquistaron lectores de todos los gremios, de todos los colores y de todos los sabores.
Y aunque esta ha sido una etapa extraordinaria de mi vida, hoy me despido. No puedo irme sin agradecerle a un montón de gente: A doña Ana, al periódico y a sus audiencias. Y muy especialmente a Víctor León Zuluaga, a la sazón editor de opinión, que me puso alas. Gracias, querido Víctor. Y también a los editores que lo sucedieron. Todos respetaron mi opinión y dejan en mí recuerdos gratos. A los lectores que me quieren, que sé que son muchos, me los llevo conmigo para siempre. ¡Gracias por acogerme y por hacer florecer mi alma!
Durante este lapso escribí de todo: de lo cotidiano, de la familia, del amor, de los valores humanos, en un intento desesperado, y a veces estéril, de no dejar perder lo poco edificante que nos queda. No me casé con ningún tema ni con ningún político. Apoyé candidatos a diferentes cargos de elección popular. Algunos me decepcionaron luego, otros no. Exalté personas y empresas que han dejado huella y son referentes de esperanza para una sociedad en crisis. Pero también fueron invitados los talentosos en algún arte u oficio. Puse sobre la mesa las alegrías, los dolores, las incoherencias, las injusticias de la vida. ¿Logré algo? Jmmm, a lo sumo generar alguna reflexión, porque una columna de opinión no es palabra de Dios ni cambia el mundo.
Metí las patas muchas veces. Cometí errores, y no solo de redacción y ortografía: también de miradas equivocadas, algunas ya corregidas. Apoyé causas sociales que buscaron una mano amiga. Despedí muertos muy queridos. No le puse filtros a mi vida privada. Conseguí unos amigos que mejor dicho ... ¡ni pa qué les digo! Y me gané unos enemigos que mejor dicho ... ¡ni pa qué les digo! Se me abrieron muchas puertas, cerré algunas. No negocié mis principios, pero sí cambié de opinión algunas veces, ¡qué tal que no! Recibí flores y piedras, decidí no cargar ni las unas ni las otras, aunque algunas rocas casi me matan.
¿Que si me arrepiento de algo? ¡Ufff! Algunas veces dije cosas que hoy no repetiría. Pero también reconocí mis culpas y pedí perdón cuando fue necesario.
¿Lo disfruté? Sí, muchísimo, intensamente. Y también lo padecí un poquito.
¿Y por qué me voy? Porque se vale reconocer el cansancio y hacer un alto en el camino. Porque quiero sentarme a ver crecer la yerba, a esperar el alma, a oír el silencio, a disfrutar mi Guadalupe.
Seguiré escribiendo esporádicamente para los lectores asiduos en mi correo, para mis (pocos) seguidores y para mis amigos de la vida. Muy pronto tendrán noticias de mi segundo libro, una selección de artículos desde 2012 hasta hoy, y tal vez abra un blog para que conversemos de tarde en tarde.
Fue un honor, señores, un gran honor, ser columnista de este diario que amo.
¡Hasta siempre!.