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Columnistas | PUBLICADO EL 02 abril 2023

Hacer terapia

La salud mental es como la gripa. Todos, en algún momento, más tarde o más temprano, sufriremos de alguna de estas problemáticas y necesitaremos apoyo.

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Por David Escobar Arango* - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“¿Te puedo llamar?”, escribió mi amigo. Inmediatamente le respondí: “¡De una!”. Me contó de un momento difícil que estaba viviendo. Podría haber sido un asunto de negocios, un tema familiar o quizá una preocupación por el momento del país. “Como te he oído hablar de esto y sé que vas al sicólogo”, hizo una pausa, “quería pedirte un consejo”, sentí el suspiro en la línea. “Tengo estas emociones que no sé cómo manejar y mi esposa dice que de pronto vos me podrías ayudar. ¿Me das el celular de un buen terapeuta, ojalá del tuyo?”. Hablemos de salud mental y de la importancia de acudir a ayuda profesional, de no tener miedo, de afrontar con apoyo de una buena terapia los grandes y continuos desafíos de la vida.

La salud mental es como la gripa. Todos, en algún momento, más tarde o más temprano, sufriremos de alguna de estas problemáticas y necesitaremos apoyo. Por eso tenemos que actuar pronto, aprender que no se trata de fallas morales ni de imperfecciones del carácter. Debemos, además, reconocer que la navegación por los misteriosos e imprevisibles mares de la existencia humana es mucho mejor en buena y experimentada compañía.

Hablemos de los hombres, que estamos más condicionados para no llorar y que, por ende, sufrimos mucho más. El machismo nos plantea que ser fuertes, machos e imbatibles es la única manera de ser hombres. Esta cárcel cultural nos impide responder adecuadamente ante la ola de problemáticas de salud mental de nuestra época. ¿Cómo aprendemos a cuidar y a cuidarnos? No podemos perdernos la dicha del amor y de la vida porque “tenemos que ser machos”.

Hacer terapia complementa prácticas como el ejercicio, la buena nutrición, la meditación y la costumbre de escribir diarios. Un proceso terapéutico no reemplaza, de otro lado, la atención de las clínicas y profesionales especializados, que a veces son necesarios; pero es una herramienta cada vez más accesible a la cual debemos acudir sin pena y con frecuencia, si queremos aprender a vivir mejor. Crecí con las películas de Woody Allen, me sorprendían esos personajes que iban a terapia y contaban allí cosas que en mi familia no se le confiarían ni al cura en confesión. Hoy comprendo que quienes vamos al sicólogo estamos menos solos y avanzamos con más certidumbre, aunque sea a saltitos y con retrocesos, en esa tarea inmemorial del “conócete a ti mismo”.

Hace poco veía Stuntz, un documental que te recomiendo para Semana Santa, una buena conversación sobre este tema, con herramientas simples al alcance de todos. Ahí verás que contar con un terapeuta inteligente e imparcial con el que se va tejiendo confianza a lo largo de los años es un privilegio, un gusto y una tranquilidad. Algún día te presento a Alejandro, mi sicólogo, no sé si él sabe cuánto agradezco su compañía. Sé que no es mi amigo, así debe ser por razones profesionales, pero tampoco es un extraño: ha sido la brújula confiable para mis momentos más oscuros.

Provoquemos nuestra tertulia con esta frase de Phil Stuntz, para resaltar la importancia de hacer terapia sin miedos ni tapujos: “Hay tres cosas seguras en la vida: el dolor, la incertidumbre y el trabajo constante”. Ya que ese trabajo, el más personal y más profundo, es inevitable, entonces que no sea nunca solitario.

*Director de Comfama

David Escobar Arango

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