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3 y 2
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Siempre he sido hincha del Nacional, con una salvedad: si el verde no juega y el Medellín tiene clara opción de alcanzar la estrella, lo más amistoso y sensato y tolerante es hacer fuerza por el Poderoso de la Montaña. Desde ayer domingo he sido consecuente con esa decisión. Estoy convencido de que más de un lector me lanzará denuestos, por lo menos. Seré sindicado de transfuguismo. Me importa un comino el qué dirán. Y quiero confesar que el Dim fue el primer equipo de mis simpatías, en el lejano 1955, cuando conquistó su primer campeonato.
Si fuera un caso de transfuguismo, cambiar de color en el deporte no sería condenable, como sí lo es en la política, en la religión y en el universo de las ideas. Al tránsfuga se le ha descalificado como traidor, si pasa de un partido a otro, si está hoy en una corriente contraria a la de ayer. De tránsfugas están llenos los congresos de todas las democracias. En cuestión religiosa, al tránsfuga lo repudian los del credo anterior aunque en el nuevo se le acoge como converso. Pero en el fútbol creo que debe aceptarse una suerte de transfuguismo sano, decente, inclusive plausible, como este de preferir que sea campeón el onceno que, en ausencia del contrario local puede constituirse en triunfador. Lo considero un testimonio de ciudadanía pacífica, de convivencia tan necesaria para calmar la polarización perniciosa.
Digo que el Nacional ha sido siempre el equipo de mi predilección y la salvedad consiste, además de hacer fuerza ocasional y transitoria ahora por el Dim, en que llegué en aquel año de 1955 al uso de la razón y la emoción futbolísticas y fui hincha casi furibundo en mi lejana edad de los ocho años, cuando estudiaba en la Preparatoria de la Bolivariana. En aquel entonces ganó el rojo su primera estrella. Era el equipo de nadie menos que el Charro José Manuel Moreno, técnico y jugador. El portero era Efraín Caimán Sánchez. De aquella lujosa nómina formaban parte personajes como Roque Retamozo, René Seghini, Orlando Larraz y Felipe Marino, el gran goleador. Era apenas el octavo torneo. Muy poco sabía del Nacional, que fue subcampeón en aquel clásico paisa y al que me pasé desde el año siguiente, hasta ahora.
Cuando quiera que no sea Nacional el primero, como ahora, preferiré que el partido final lo gane el Dim u otro de los equipos regionales. Valoro la campaña del Pereira. Pero una victoria del Medellín en el encuentro definitivo de la próxima Noche de las Velitas, ha de ser factor de justa celebración para los hinchas del Poderoso (entre ellos excelentes colegas y amigos, como Margarita Llano y León Jairo Saldarriaga) y para los que pensamos y sentimos que en materia de preferencias deportivas tenemos el derecho y el deber cívico de preferir, si no está el Nacional, que la estrella la luzca el equipo que porta el nombre de nuestra ciudad querida