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Ojalá el énfasis del Gobierno Nacional en esta renovada relación bilateral, sea la economía y el conocimiento, y mantenga sus deseos de influencia internacional en otro plano.
Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
La visita del Emir de Catar, Sheikh Tamim bin Hammad Al Thani a Colombia y el anuncio de apertura de embajadas en Doha y Bogotá, es un paso significativo para conectar al país con el Medio Oriente. Desde el inicio de la república, las relaciones con Europa y Estados Unidos han estado en el centro de nuestra política exterior. La profunda influencia de las ideas de pensadores europeos en Bolívar, Sucre, Nariño y tantos otros personajes determinantes en nuestra independencia, marcaron las leyes y las instituciones nacionales.
De manera semejante, nuestras relaciones comerciales se han concentrado en estas áreas del mundo. La apertura diplomática con países de Asia y África es necesaria para diversificar el destino de las exportaciones, además de profundizar en relaciones culturales, turísticas y de intercambio de conocimiento para Colombia.
La formalización de la relación bilateral con Catar genera valor para Colombia. Este país de Medio Oriente, conocido como la perla del desierto, es una potencia económica –en ascenso– y un ejemplo de transformación y desarrollo. Aunque este país no es una democracia, sus resultados económicos son extraordinarios. Con una población cercana a los 3 millones de habitantes, de los cuales solo una quinta parte es catarí, tiene un PIB de 213 billones de dólares y un PIB per cápita de casi 70 mil dólares y pleno empleo. Debido a su riqueza natural, especialmente en gas, sus exportaciones son cercanas a los 100 billones de dólares anualmente y sus importaciones a los 30 billones.
Catar es un país con afán de influencia económica y geopolítica. Este país que algunos asocian con Suiza, debido a su capacidad como mediador de conflictos de la región, ha sido importante para alcanzar acuerdos entre países occidentales y grupos armados fundamentalistas. Debido a este espíritu conciliador, es importante que exista una relación estable y de conocimiento sobre las prioridades e intereses de Colombia en la región y ante el mundo, especialmente ante la inestabilidad de nuestro vecindario generado por el régimen venezolano.
En el plano comercial, es mucho lo que Colombia puede ofrecer a Catar, tanto en bienes como en servicios debido a su intención de crecimiento y desarrollo. El café, flores, esmeraldas, moda, arte y talento deportivo representan algunas de las oportunidades de intercambio.
Además del aspecto comercial, Colombia también puede aprender mucho de Catar y su transformación en un país desarrollado. El conocimiento en materia de intervenciones urbanas, construcción de infraestructura, explotación de recursos naturales, fomento al turismo y realización de espectáculos que congregan al mundo entero como el Mundial de fútbol y la carrera de Fórmula 1, son posibilidades por explorar.
Ojalá el énfasis del Gobierno Nacional en esta renovada relación bilateral, sea la economía y el conocimiento, y mantenga sus deseos de influencia internacional en otro plano. En cualquier caso, la necesidad de una política exterior colombiana que expanda su visión y deseos de alcanzar nuevos socios comerciales es una necesidad en un escenario global inestable.
A la Colombia de la actualidad le hace falta nuevas ideas y perspectivas que nos lleven a soñar más allá de lo tradicional. Una relación vigorosa con el Medio Oriente y países como Catar pueden refrescar la visión sobre el futuro de nuestro país.