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Por Federico Arango Toro - @fedearto

Hiperinflación de candidatos

En este universo, aparecen registrados ante el CNE con personería jurídica 34 partidos, que reverdecen solo cada cuatro años para mercadear avales.

hace 1 hora
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  • Hiperinflación de candidatos

Por Federico Arango Toro - @fedearto

Colombia, con democracia estable, aunque imperfecta, nos convoca cada cuatro años a elecciones. Es obvio que la escogencia de Presidente es la mayor decisión política que tomamos los ciudadanos en el proceso electoral, el cual nuevamente adelantamos en un contexto político nublado y oscuro a causa de acentuados vicios políticos.

Desde la segunda mitad del siglo pasado empezaron a difuminarse las diferencias ideológicas entre los dos partidos tradicionales, tendencia agravada con posterioridad a la Constitución de 1991, la cual, aunque con el loable propósito de profundizar la democracia, no lo logó, propiciando, por el contrario y en cantidades indeseables, el surgimiento de nuevos partidos, movimientos y microempresas electorales, sin ideología que los identifique y diferencie, pero con claros intereses burocráticos, y bastante más allá, tal como lo han demostrado repetidos hechos, vergüenza de nuestra democracia.

En este universo, aparecen registrados ante el CNE con personería jurídica 34 partidos, que reverdecen solo cada cuatro años para mercadear avales. Además, con la eufemística figura de “grupo significativo de ciudadanos”, 91 “egocandidatos” adelantan proceso de recolección de firmas, práctica que amplió su alcance a la compraventa de ellas. En suma, tendremos más de 100 aspirantes, la mayoría tan anodinos como desconocidos.

La hiperinflación de candidaturas es síntoma de un sistema manga ancha. Los requisitos formales para el cargo más importante de la Nación son nada en comparación con los de cualquier otro oficio desempeñado por uno de los 24,4 millones de compatriotas hoy ocupados en Colombia. En efecto, solo se requiere ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y mayor de 30 años; así de simple, nada más. Esto, que suena democrático e inclusivo, nos lleva a contar con pocos candidatos con sólidas competencias, capacidades y experiencias para el cargo, en medio de una inmensa jauría que con egos desbordados e inmodestia rampante, juegan irresponsablemente con la majestad de la democracia.

En semejante pelotón, los pocos candidatos con credenciales válidas pasan invisibles ante la algarabía de la manada, para desconcierto de los electores. Entre tanto, el candidato del gobierno, del que violó los topes de campaña, el de la corrupción, de la mentira, el del Pacto de La Picota, el que compra congresistas, el de funcionarios prófugos de la justicia y demás perlas, anda a su aire, cómodo, sin nadie que lo confronte, consolidándose en las encuestas. El tiempo se acaba, la claridad no aparece y la deriva se acentúa; Colombia y su democracia, otra vez en grave riesgo.

El momento debería servir para formar nuestros jóvenes en cultura política, discutiendo ideas, propuestas y programas de gobierno, y debatir sobre la Colombia que queremos y podemos construir, dando claridad a los votantes, pero no ocurre así. La recua de los autoungidos causa grave daño democrático, reduciendo la conversación a asuntos de mecánica electorera preñada de egoísmos, en el que solo se les escucha descalificar contrarios marcándolos con el rótulo de derecha, centro o izquierda, como si bastara la vieja cartografía política de la Revolución Francesa.

Este vergonzoso desfile de vanidades no construye democracia, la ofende. A medio año de elecciones la conversación pública en vez de iluminar oscurece, contagiando desasosiego. Colombia necesita políticos con más consciencia y formación que ego, o una profunda reforma política.

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Por Federico Arango Toro - @fedearto

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