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Columnistas | PUBLICADO EL 21 julio 2020

Ética en la tecnología

Por juan camilo quinterojuanquinterocti@gmail.com

La ética es el valor más poderoso que tenemos los seres humanos para determinar límites y normas a nuestras conductas y acciones. En un mundo que hoy día se debate en mares de corrupción, fake news, deslegitimaciones infundadas, la ética juega un papel crucial, pues los nuevos avances en tecnología permean la intimidad de las personas hasta límites inimaginables. Esto no solo nos enfrenta a situaciones nuevas sino que nos exige ser cada vez más responsables -éticos- con el manejo de la información.

En efecto, nuestra realidad tecnológica nos enfrenta a nuevos dilemas comportamentales. La creación de plataformas tecnológicas capaces de viralizar un determinado mensaje sin que se corrobore su veracidad, que además este puede ser creado adrede para manipular un grupo poblacional específico, es un peligro latente para nuestra sociedad, pues quien lo consiga puede influir y manipular a millones de personas. De ahí, la lucha de líderes por desarrollar algoritmos que permitan a la inteligencia artificial encontrar patrones, no solamente que evidencien noticias falsas que puedan ser bloqueadas, sino también acciones a tiempo que permitan detener una rápida viralización.

Las tecnologías nos exponencian datos e información que, en la mayoría de los casos, la ciudadanía da por cierta. Esto lleva a la creación de paradigmas erróneos y guetos de aprobación, aumentando las brechas en la sociedad en muchos casos. Michael Sandel, uno de los grandes exponentes de la filosofía política y profesor de prestigiosas universidades, lo plantea así: “la tecnología tiende a dividirnos en estrechas burbujas de opinión, esto genera polarización que erosiona la confianza social y daña la comunidad”.

La forma como usamos la tecnología define y crea nuestras realidades, pero al mismo tiempo dibuja otras posibles a las que no necesariamente queremos pertenecer. Es una especie de dicotomía que posibilita, de un lado, mundos casi perfectos y del otro, realidades complejas donde afloran sentimientos negativos, y donde brilla lo peor de seres humanos que se esconden bajo identidades falsas para cometer delitos, muchas veces insultar o desprestigiar a quien se les atraviese en el camino, pero otras, con fines más sutiles, elaborados y perversos, basta el ejemplo de lo ocurrido con Cambridge Analytics. Estas tecnologías han acelerado la llegada de mundos distópicos en los que si bien todo parece perfecto hay una suerte de submundos que amenazan la perfección de la superficie.

La fuerza de una sociedad consciente, capaz de razonar en cómo usar los avances tecnológicos y en cómo incidir sobre el futuro de manera positiva pasa, sin duda, por un liderazgo ético en este nuevo campo. La incertidumbre ronda permanentemente la tecnología, no vaya a ser que esta supere la capacidad humana y perdamos su control.

Stuart Russell en su libro Inteligencia Artificial y el problema del control, plantea: “todos los involucrados en el desarrollo y despliegue de la Inteligencia Artificial, desde científicos hasta líderes de la industria, políticos y reguladores, (deben) actuar pronto para pensar cómo abordamos esta tecnología y gestionamos nuestra relación con ella”.

P.d: En pandemia nos están solicitando los datos personales en cuanta portería y edificio entramos. ¿Quién controlará esas bases de datos en manos de miles de instituciones y personas?.

Juan Camilo Quintero

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