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Columnistas | PUBLICADO EL 16 abril 2023

Estrenar mundo

Un lenguaje es más que un código, es un mundo, una manera de llamar los colores, una forma particular de denunciar la magia, de celebrar el humor, de conectar con la Tierra, de comerciar, de jugar y de amar.

  • Estrenar mundo
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Por David Escobar Arango* - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Cuando decidí aprender un nuevo idioma asistí a clases intensivas durante un mes, luego comencé una práctica diaria en Duolingo y, de vez en cuando, aproveché algún viaje para jugar al turista que “se defiende”. En algún momento me obligué a hacer una reunión trastabillando y ese día me di cuenta de que había avanzado, casi sin darme cuenta, una nueva lengua aparecía borrosa y vencía poco a poco la pena de equivocarme. Supe que era mentiras eso de que loro viejo no aprende a hablar.

Los libros son fundamentales. Comencé por uno técnico, de agroecología, buscando en el diccionario decenas de palabras por página. Un día, pasados un par de años de estudio, me atreví con una novela corta, de Annie Ernaux. Gracias a ella, atrapado por la historia, de pronto me vi leyendo una página entera de corrido. Aparecieron en mi imaginación una cama destendida, unos vasos vacíos, un par de cigarrillos apagados y sentí su dolor ante la ausencia del ser amado. Me inventaba las palabras que no sabía para poder degustar mejor la historia y sentir el placer de las buenas letras.

Aprender un idioma puede doblar el ingreso laboral de una persona. Es tremendamente útil para trabajar, estudiar, viajar y hasta para leer mejor las etiquetas de los productos. Si se elige el inglés las oportunidades se multiplican, por eso se le dice lingua franca, porque abre puertas. Como si fuera poco, el que estrena idioma utiliza y ejercita mejor su cerebro; algunos dicen que nos torna más inteligentes y hasta más empáticos. Hablemos, por otro lado, de la importancia de lo inútil y aparentemente trivial que viene con aprender un nuevo idioma. Valoremos leer una novela en su lengua de origen, degustar un buen poema o comprender una canción cuya melodía amamos. ¿Qué tal eso de enamorarnos y enamorar en una lengua hasta hace poco desconocida? Hermoso aquello de acercarse a alguien desde la inocencia, sin los prejuicios heredados a través de la cultura y el lenguaje de nuestros ancestros.

Wade Davis, en su libro Guardianes de la sabiduría ancestral, Wayfinders, habla de la cantidad de lenguas que se pierden cada año de cuenta del mal llamado progreso. “Cuando una lengua desaparece es como si cayera una bomba atómica sobre el museo del Louvre”, dice. Un lenguaje es más que un código, es un mundo, una manera de llamar los colores, una forma particular de denunciar la magia, de celebrar el humor, de conectar con la Tierra, de comerciar, de jugar y de amar. Por eso, cuando se aprende, cosechamos estos mismos regalos y hace que haya valido la pena atreverse al balbuceo, arriesgarse a los errores y a los malos entendidos.

Cuando nos aventuramos a aprender una lengua estrenamos universo, danzamos sobre el arcoirís de culturas que nos ofrece el ancho mundo. Hablemos de enseñar inglés, para comenzar, a todos los colombianos; promovamos esa lengua amplia, simple y hermosa, que abre mentes y conecta corazones. Alentemos la curiosidad por aprender palabras nuevas, expliquemos que tener acento es normal, necesario y definitivamente bello. Hablemos con extraños, sobre todo si no podemos entenderles, porque allí puede estar nuestro siguiente trabajo, una nueva amistad o, simplemente, una ventana a esos milagros que emergen cada que nos aventuramos a explorar un nuevo mundo.

* Director de Comfama

David Escobar Arango

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