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“No quiero hablar del tema”

hace 4 horas
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  • “No quiero hablar del tema”

Por Esteban Restrepo Monsalve - @EstebanRestrepoMonsalve

En Antioquia nos criaron con una palabra que explica casi todo: verraquera. Es orgullo, empuje, resiliencia, capacidad inquebrantable. Nos enseñaron que lo importante no era caerse, sino levantarse. Que lo correcto era aguantar. Que un buen paisa se para de nuevo, así sea con el alma rota.

Esa narrativa ha sido motor de desarrollo. Pero también puede convertirse en una trampa. Cuando todo se centra en resistir, nadie se permite detenerse. Y cuando detenerse equivale a fallar, aparece el silencio.

En 2024, mi negocio estaba al borde del colapso. Los enredos crecían, los días se volvían eternos, mi cabeza no paraba. Hasta que un día llegué a mi casa con una expresión que asustó a mi esposa. Me preguntó qué me pasaba. Y lo único que pude decir fue: “No quiero hablar del tema”.

Esa frase, que en ese momento me pareció protegerme, era una señal de alarma. Tiempo después, leyendo Outlive (Sin Límites) de Peter Attia, me encontré con esa misma expresión. Attia, médico y experto en longevidad, cuenta que también vivió un periodo de agotamiento emocional, hasta descubrir que detrás había depresión. Su punto de quiebre fue leer I Don’t Want to Talk About It, de Terrence Real, sobre la depresión masculina.

Real sostiene que la depresión en los hombres no siempre se manifiesta como tristeza, sino como irritabilidad, exceso de trabajo o aislamiento. El hombre no “parece deprimido”, pero está atrapado en un ciclo de negación. No llora, se encierra. No pide ayuda, trabaja más. No se rinde, se destruye.

Las cifras en Colombia confirman este patrón. Según la Encuesta Nacional de Salud Mental, el 6,2 % de los hombres presenta síntomas depresivos, frente al 10,6 % de las mujeres. En apariencia, ellos están “mejor”. Pero cuando se revisan las tasas de suicidio, el panorama cambia: los hombres mueren cuatro veces más por suicidio que las mujeres. En 2022, la tasa fue de 10,1 por cada 100.000 hombres, frente a 2,4 en mujeres.

Esa brecha revela una paradoja: los hombres reportan menos depresión, pero mueren más por ella. No es que sufran menos, es que callan más. Y ese silencio se vuelve devastador.

En el mundo empresarial y emprendedor, este fenómeno es todavía más peligroso. La cultura del “aguante” se celebra: ser el primero en llegar, el último en irse, el que no se quiebra. Esa exigencia que impulsa el éxito económico termina alimentando el fracaso emocional. En un entorno que idolatra la productividad, pedir ayuda parece debilidad. Pero en realidad, es una forma de sabiduría.

Attia dice que no sirve de nada vivir más si no sabemos cómo lidiar con el dolor interno. No hay éxito que compense lo que duele en silencio.

Quizás sea hora de redefinir la verraquera. De entender que no se trata solo de resistir, sino también de reconocer. Que hablar no es rendirse, sino sanar.

“No quiero hablar del tema” fue la frase más peligrosa que dije en mi vida. Y también la más reveladora. Aprender a hablarlo no me quitó fortaleza, me la devolvió.

Porque la verdadera verraquera no está en aguantar más que los demás, sino en atreverse a decir: “sí, necesito hablar del tema”.

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