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Empecemos con dos frases:
“La intolerancia en sí misma es una forma de violencia y un obstáculo al crecimiento del verdadero espíritu democrático”. Gandhi, filósofo y activista indio, defensor de la escuela de pensamiento de la Noviolencia.
“Si están buscando nombres les propongo uno: El regreso de las momias”. El secretario de la Noviolencia de Medellín, refiriéndose a un grupo opositor a la Alcaldía. Vale aclarar que acto seguido cambió “momias” por “dinosaurios”. ¡Uf, menos mal que la desembarró!
Esta secretaría fue creada en septiembre de 2020 y en el papel, que puede con todo, dice que entre sus funciones principales están “acompañar el diseño, formulación, implementación y evaluación de la política pública Municipal de Paz, reconciliación y convivencia, en concordancia con los lineamientos de la Política Pública Nacional, implementar las políticas, planes, programas y proyectos de formación y generación de cultura para la Noviolencia en el nivel central y descentralizado, liderar programas y proyectos de investigación, innovación social y gestión del conocimiento que aporten a la prevención de la violencia y la transformación de los conflictos en la ciudad”. Hasta bonito suena, pa qué.
La Noviolencia surgió en la India entre el siglo VI y el IV a. C. Su creador fue Mahavira, un asceta que abandonó todas las posesiones humanas buscando el crecimiento espiritual. A nuestros tiempos fue traída por Mahatma Gandhi, cuyos verdaderos seguidores saben y promulgan que “La Noviolencia no es sinónimo de pasividad ante los problemas, sino que consiste en enfrentarse constantemente a ellos mediante métodos no violentos. La Noviolencia habla tanto de una ideología como de una práctica ético-política que rechaza el uso de la violencia y la agresión, en cualquiera de sus tantas formas”.
Pero, paradójicamente, un común denominador de esta administración es el discurso disociador, retador, pendenciero, saca clavos, ofensivo, irónico, con un desprecio marcado por todo lo pasado y contra quien ose controvertir o criticar cualquier decisión emanada de la Alcaldía. Y lo grave es que en su defensa acaban siendo peores que sus detractores.
Yo no sé si Medellín merezca tener en su administración personajes que no sepan, o no les importe, que sus cargos, pagados con nuestros denarios, les exigen dignidad, decoro, coherencia y profesionalismo, como mínimo, para que puedan cumplir con los proyectos que les fueron encomendados.
Cada vez que son irrespetuosos, sarcásticos y prepotentes, muchos nos sentimos maltratados y defraudados, pues algunos parecen jugando a la alcaldía como niños chiquitos e irreverentes que se burlan de nosotros en nuestra cara. Y de quienes manejan la ciudad uno sí espera mucho más, francamente.
Tampoco parecen saber que la metodología de la Noviolencia contempla “la superación de las raíces de la violencia en uno mismo, el desarrollo de las virtudes personales y de las mejores y más profundas aspiraciones humanas”.
Erradicar la violencia verbal también debería estar entre los objetivos de la nueva Secretaría, con “irrigación” a todos los despachos, incluido el piso 12, porque el lenguaje que usan no solo es una ofensa para la institucionalidad y para la convivencia, sino que nos da mil razones para pensar que ¡esa platica se perdió!