viernes
8 y 2
8 y 2
Lo más bonito de la democracia es que cada cuatro años renovamos la esperanza y la energía para debatir y trabajar sobre los asuntos de la sociedad que requieren cambios, reformas o transformaciones.
Algunos candidatos echan mano de las insatisfacciones sociales para prometer cambios radicales y mágicos que seduzcan a los electores, como si olvidaran la complejidad y resistencia propias de nuestro sistema político.
Asuntos como la salud, las pensiones y el tributo requieren ajustes fundamentales para que puedan ser sostenibles y de mejor calidad.
Hablemos de pensiones: son evidentes su cobertura insuficiente y la disfuncionalidad entre el sistema público y el privado tal como operan hoy; lo más doloroso es que el sistema público (subsidiado) destina el mayor porcentaje de dinero a las pensiones de alto valor; nadie se atreve a presentar un proyecto de reforma pensional porque inmediatamente se dispara la protesta social, políticamente incomoda y desgasta.
En cuanto al sistema de salud, hemos avanzado muchísimo en los últimos años. Tenemos uno de los mejores del mundo en términos de cobertura; el siguiente reto es mejorar su calidad, facilidad de acceso en la atención al usuario y simplificación de procesos para las entidades prestadoras de salud.
Ahora bien, la cereza del postre es el sistema tributario; genera los recursos necesarios para los otros dos, pero tiene grandes oportunidades de mejora en equidad y progresividad.
La paradoja es que todo el mundo quiere cambios, pero nadie quiere reformas; entonces, ¿cómo hacemos para avanzar?
¿Quién se atreve a dar el primer paso? ¿Cuál reforma primero? Mientras tanto, crece el riesgo de sostenibilidad de los sistemas de pensiones y de salud, pilares del bienestar de la población.
Me permito compartir algunas reflexiones y propuestas:
—Es posible que estemos abordando el problema desde los síntomas sin comprender aún la enfermedad.
—Tal vez el asunto radica en cómo nos repartimos la cuenta entre las empresas, las personas y el Estado (por supuesto, con el dinero de los impuestos de la riqueza generada por personas y empresas).
—Los tres sistemas deben estudiarse simultáneamente, para diseñar una propuesta en la cual se equilibren las cargas y se mitigue el conflicto entre ganadores y perdedores.
—Se puede mejorar todo el sistema de protección social y a la vez tener empresas competitivas. El palo en la rueda es que la metodología de trabajo actual se basa en la confrontación (gobierno-oposición), propia del diseño de las leyes, permeado por intereses políticos y económicos individuales.
—Qué tal si convocamos a un equipo, al estilo de las alianzas público-privadas, conformado por congresistas de todos los partidos políticos y corporaciones empresariales y acompañado del rigor técnico de una entidad como el DNP.
—Ya es hora de pasar de las misiones (por cierto, muy buenas) a las propuestas concretas. Apliquemos metodología de proyectos, agilismo, mapas de empatía, análisis de impacto financiero y de riesgos, gestión del cambio y tantas herramientas con las que los empresarios abordamos proyectos complejos para diseñar propuestas basadas en la inteligencia colectiva.
Pensiones y salud son un propósito superior de nuestro país. Pongámonos una meta grande y ambiciosa, empecemos a trabajar