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Columnistas | PUBLICADO EL 26 abril 2022

Emociones virales

En un estudio realizado por el Instituto de Internet de la Universidad de Oxford se reveló que Colombia hace parte de un grupo de 70 países manipulados por la información.

Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com

Mientras las redes sociales gobiernan a través de las malas emociones que producen, una conversación distinta podría estar pasando en nuestro entorno más cercano. Hace apenas unas semanas, Obama dijo en Twitter que, en años recientes, las redes sociales le han puesto enormes retos a nuestra democracia. El expresidente de Estados Unidos vivió durante su gobierno esa transición que nosotros apenas notamos; de las redes como espacio de ocio y distracción a las redes como la herramienta más poderosa de manipulación. En una conferencia sobre desinformación que organizó la Universidad de Chicago y The Atlantic, dijo: “es razonable que tengamos, como sociedad, un debate sobre la regulación y las medidas de la industria de la tecnología. Que sigan haciendo dinero con sus empresas, pero al mismo tiempo reconozcan que algunas prácticas no son buenas para la sociedad y nos terminarán llevando a un punto de no retorno”.

Primero se lanza el anzuelo: un tweet provocador, una opinión polémica, una respuesta fuerte a cualquier persona. Después, ya saben, terminamos en un “todos contra todos”. Estamos desde las graderías haciéndole barra a una guerra de discursos, a una algarabía de palabras sin sentido donde lo más doloroso, tal vez, es la pobreza argumentativa de estos debates.

Y es que en un estudio realizado por el Instituto de Internet de la Universidad de Oxford se reveló que Colombia hace parte de un grupo de 70 países manipulados por la información.

Somos 3,35 millones de colombianos usuarios de Twitter: el espacio donde se desatan todas las furias.

Y falta contar Facebook, Tik Tok e Instagram.

Ya tenemos diagnóstico; sabemos cuál es nuestro mal. Nos quejamos de la polarización, decimos que estamos cansados, que somos un país dividido, que no sabemos qué va a pasar. Pero no deja de ser una postura muy cómoda esa de mirar desde un balcón todo lo que pasa o apoyar a un político y creer que con eso ya se está haciendo algo.

¿Qué tal si empezamos a actuar?

Hay que hacer juiciosa veeduría, la participación política no aparece cada cuatro años y tampoco delega sus propósitos y sueños al gobierno de quien gane unas elecciones. Participar es también conocer, durante una administración, cómo se planean, se priorizan y se ejecutan los proyectos.

No podemos seguir respondiendo al populismo con reacciones. La información no debería simplificarse, tenemos que entrar en ella para confrontar mejor. Leí hace poco un texto que citaba a la novelista Chimamanda Ngozi, quien decía que “el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que están incompletos. Es imposible relacionarse adecuadamente con un lugar o una persona sin interactuar con todas las historias de ese lugar y esa persona”.

Eso puede ser lo que nos hace falta. Detenernos a pensar así en la información que recibimos. Complejizar. Preguntar e intentar entender desde otras perspectivas.

Todo eso, ojalá, antes de compartir y ser parte de la cadena de manipulación 

Amalia Londoño Duque

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