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Emociones sin molde

A mí no me gustan las sonrisas y las tristezas de molde, a mí me gusta el ejercicio de experimentar y de nombrar. Cuando hay conciencia emocional, podemos ayudarnos más.

08 de septiembre de 2023
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  • Emociones sin molde

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

Me gusta mirar el rostro de la gente, definir estados pasajeros que nunca más volveré a ver. A veces me grabo alguna angustia que vi en el cruce de una calle, a veces me contenta el día la sonrisa que se fue en ese bus repleto de caras adustas. Me gusta mirar a la gente, dimensionar que esas personas que van conmigo por pequeños segundos jamás volverán a cruzarse por mi vida. Algunos dejan alguna palabra de un diálogo incompleto, una lágrima, una vida que no tengo ni idea para dónde va, y a veces esas vidas perdidas me persiguen, me dicen que esa también es la mía. Me gusta salir por ahí a coleccionar rostros, labios, narices y bocas, a ver de qué está hecho esto que dicen los libros se llama ser humano.

A veces, no resulta fácil ver la gente. Cada quien se ha vuelto experto en ocultarse a sí mismo de los otros mismos mientras camina, mientras se sienta al lado de alguien en una banca y solo espera que no le hable, que no lo mire, que no lo toque. Esta semana, volví sobre un libro que leí hace mucho, se llama Humanidad, una historia de las emociones, escrito por Stuart Walton. En una página dice que las emociones de todos los seres humanos del mundo son tan innatas, fundamentales y regulares como su estructura ósea, lo cual queda de manifiesto en la universalidad de las formas con que las expresan. Eso me encantó, sabemos que alguien puede estar feliz porque sonríe, ríe, le brillan los ojos, tiene buen semblante, baila, llora. Sabemos que alguien se sorprende porque abre mucho los ojos, enarca las cejas, arruga la frente, levanta los brazos, se lleva una mano a la boca. Sabemos que alguien siente bochorno porque se sonroja, desvía la mirada, suda, respira de forma irregular.

Lastimosamente ahora las emociones, para muchos, se ven reflejadas en unos muñequitos amarillos que yo me niego a entender. Yo siento devoción por las palabras, por las palabras escritas en cada momento, en cada conversación, con cada persona, tan distinta siempre, así lo que expresemos sea universal. A mí no me gustan las sonrisas y las tristezas de molde, a mí me gusta el ejercicio de experimentar y de nombrar.

Cuando hay conciencia emocional, creo yo, podemos ayudarnos más, es una muestra de que el otro me escucha como debe ser, quiere sentirme, hablarme con el corazón, no con el lugar común, y cuando eso pasa, estamos haciendo un esfuerzo por entender la deliciosa complejidad que nos hace diferentes a las demás especies que, por cierto, no necesitan emoticones para expresar lo que sienten.

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