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El término sultanismo fue acuñado por Max Weber para referirse a regímenes que ejercen el poder sobre una la sociedad que no los reta a pesar de su falta de apego a la ley y la ausencia de estructura de lo que conocemos como el Estado Moderno. Para Weber el Sultanismo era un caso extremo de este tipo de gobiernos en los que tanto la administración pública como las fuerzas militares se utilizaban como un instrumento personal del líder. Weber incluía en su concepto de Sultanismo que la forma de ejercer la autoridad quedaba a discreción del líder. El Sultanismo no tuvo tanta resonancia como sus otros planteamientos hasta que Juan Linz lo utilizó a finales de 1950 en sus estudios sobre gobiernos no democráticos.
Al estudiar la España de Franco, Linz entendió que el concepto de totalitarismo aplicado a los regímenes Nazi y comunista no se ajustaba a las características de ese régimen. Luego de que el dictador dominicano secuestrara y asesinara a su colega Jesús de Galíndez, cuando este último publicó su tesis con detalles sobre los métodos de gobierno del dominicano, Linz comparó los dos regímenes. El régimen de Franco se convirtió en el arquetipo del autoritarismo y el de Trujillo en el de sultanismo.
Linz define el Sultanismo como el gobierno de una sola persona. La lealtad hacia el líder no se construye con base en una ideología, ni a la tradición (no es hereditaria), ni al carisma, ni le adjudican una misión superior. Bajo el Sultanismo el poder se ejerce repartiendo privilegios y “premios” a colaboradores e instaurando el miedo para desalentar la disidencia. La estructura del Estado no sólo depende directamente del líder, sino que es muy común el nepotismo, pues en la familia se encuentran los servidores más leales.
El gobernante sultanista ejerce el poder de forma arbitraria, según su propia discreción. Sus decisiones son personales y no están necesariamente ligadas a las órdenes de una ideología en específico. Estos regímenes se sostienen alentando y diseminando la corrupción en todos los niveles de la sociedad.
Si bien estos regímenes evolucionan rápidamente y toman características de otros regímenes, mantienen ciertas tendencias claras, como el papel de las Fuerzas Armadas, las cuales pierden su autonomía y su profesionalismo para pasar a ser casi un cuerpo privado del líder. Es común que tengan un partido único a su servicio y que caigan en prácticas de culto a la personalidad del líder.
Los líderes sultanistas recurren al revisionismo histórico para ligar su presente con un pasado glorioso. Realizan elecciones que siempre son manipuladas pero igual los legitiman. Es que los sultanistas necesitan hacer alianzas con la sociedad civil de una forma u otra. Por ello no siempre son fáciles de definir, de ubicar, mucho menos de sacar del poder una vez instalados, y la destrucción que causan hace muy compleja la transición hacia la democracia. En Latinoamérica hemos tenido varios y siguen siendo una amenaza latente que se hace cada vez más urgente estudiar y entender.
* Tomado de Sultanistic Regimes, H.E. Chehabi y Juan J. Linz