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Con el tono típico de las canchas de fútbol argentinas, una multitud de miles de personas interrumpió el discurso de Cristina Fernández de Kirchner y empezó a corear: “Oooohhh/ Vamos a volver... / a volver... / vamos a volver...”. La expresidenta esperó a tener de nuevo la palabra. Eran las ocho de la noche y unos minutos más del pasado jueves. Buenos Aires apenas se recuperaba del peor aguacero del año, en pleno otoño, y las calles aledañas al centro de convenciones en el que por estos días se adelanta la Feria del Libro estaban copadas por militantes “K”. Cristina, como la conoce el país entero, presentaba su libro Sinceramente, una especie de autobiografía de poder que, en menos de dos semanas, ha roto todos los registros editoriales de un país acostumbrado a leer masivamente. Ese discurso, el de esa noche de lanzamiento, era esperado por fieles y opositores, entusiasmados unos y atemorizados otros con la idea muy posible de que la exmandataria anunciara su candidatura para las presidenciales de octubre. Pero ella hablaba acerca del libro y de lo duro que es vivir en la Argentina de Mauricio Macri con la economía colapsada y el dólar disparado y la inflación por las nubes. Y la gente esperaba la frase. Que dijera que vuelve. Que la izquierda quiere retomar la Casa Rosada ante la debacle social que han sido estos tres años de angustia constante y vuelta a los préstamos del Fondo Monetario Internacional. Los que estaban dentro del recinto, y la tenían a la vista, se entusiasmaban. Era apenas un puñado de afortunados que consiguieron invitación. Los de afuera, miles y miles, se resignaban a verla por las pantallas gigantes que dispuso la Feria. En todas las casas del país se sintonizaba el evento. No importaba qué canal del televisor se escogiese. Todos estaban conectados a la transmisión del discurso. Y entonces ella, ya al final, dijo que lo que el país necesita es un “Contrato social de ciudadanía responsable”. Un acuerdo de todos. Y fue extraño, porque no se le recuerda como una mujer conciliadora con la derecha. Aunque a estas alturas ya no importaba qué dijera. La multitud insistía en que va a volver pero ella no dijo ni sí, ni no. En últimas, se limitó a citar al más grande de los escritores argentinos hablando de los peronistas. “Es que ustedes, como decía Borges, son incorregibles”. Y se sonrió .