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Columnistas | PUBLICADO EL 09 enero 2023

El profesor Ratzinger

Saber que en la historia contemporánea del pensamiento filosófico está la obra de un pensador de la jerarquía intelectual de Ratzinger, nos hace sentir un justo enaltecimiento a los profesores.

Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

En tiempos en que el título de profesor es minusvalorado por tendencias mundiales muy reconocibles, que no es del caso enunciar ahora, el nombre de Joseph Aloisius Ratzinger se consagra en la historia del pensamiento filosófico y teológico y de la Iglesia como el de un líder universal del profesorado, pensador y escritor de profundidad y trascendencia imitables por la clase intelectual ecuménica, sean cuales fueren los credos, escuelas, corrientes y metodologías.

Escribo este comentario en la compañía de Mozart y un concierto de violín y piano. La afinidad electiva con la música mozartiana me hace más amistoso al profesor Ratzinger, el Papa Emérito, el inmenso filósofo y teólogo. Mozart era su compositor predilecto. Así también me hacen sentir un cierto discipulado de Ratzinger sus simpatías por San Agustín y San Buenaventura, sus reflexiones sobre el neokantismo como reencuentro con las tesis originales del llamado Reloj de Konigsberg y sus preferencias literarias por Dostoievski.

Es desatinado cuestionar al profesor Ratzinger como retardatario. No, señor. A los estudiantes en las universidades de Bonn y Tubinga los invitaba a estudiar a Yves Congar y Henri de Lubac, que se catalogaban como avanzados, así como a pensadores protestantes como Karl Barth, muy poco llamativos para católicos conservaduristas. También respaldó las ideas reformistas de Karl Rahner. Muy en especial, el Papa fallecido me atrae por su defensa de la alegría y el buen humor, sin los cuales se debilitaría el discernimiento espiritual, estaría ausente el Espíritu.

No me es posible hacer una recordación menos incompleta del leído Papa Emérito, más como profesor que en su condición de sabio Pontífice. A las perplejidades del mundo actual respondía al sostener que el cristiano occidental vive hoy en una época neopagana, señalada por la idolatría del dinero, el prestigio, el placer y el poder, que aíslan y desorientan a la persona y la despojan de valores humanos consistentes. Instaba entonces a transmitir la liberación del que vive del perdón y la promesa de la vida eterna.

A un gran amigo con quien hablaba hace poco sobre un respetable enfriamiento otoñal de la fe lo invito a fortalecer esa y las otras dos virtudes teologales mediante la lectura de las obras de Ratzinger: Sus tres encíclicas, Deus Caritas est (Dios es amor), Spe Salvi (Salvados en la Esperanza) y Caritas in Veritate (Caridad en la Verdad).También, sus exhortaciones apostólicas, sus motu proprios, su libro de reflexiones sobre Jesús de Nazaret y muchos otros escritos.

Saber que en la historia contemporánea del pensamiento filosófico y en la orientación teológica y pastoral está a nuestro alcance la obra de un pensador de la jerarquía intelectual de Ratzinger, nos hace sentir un justo enaltecimiento a los profesores, claro que bien guardadas las desproporciones, como en el caso de este modesto profesor Titular y Emérito de la Pontificia Bolivariana. Para avivar la fe y el espíritu del genuino humanismo cristiano están las enseñanzas del profesor Ratzinger. .

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