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Todos podemos consumir lo que elijamos en las redes, pero no todos somos tan torpes como para votar por aquel que lo único que busca es ser viral. Un seguidor no es igual a un voto.
Por Amalia Londoño Duque - amalulduque@gmail.com
Siempre que entramos a analizar a la opinión pública hablamos de polarización. Hemos dicho que estamos polarizados, que nos están dividiendo y que encontrar un punto medio cada vez es más difícil.
Sin embargo, poco hablamos de los polarizadores.
¿Quiénes son? ¿Quiénes se dedican a dividirnos?
En la última entrevista que dio la filósofa Adela Cortina, decía que “los medios están creando una sociedad de tontos polarizados, de forma que no vivimos en una sociedad del conocimiento, sino en una economía de la atención”.
Todos quieren llamar la atención.
Y claro, en esa búsqueda personal por sobresalir, terminan logrando su objetivo personajes que poco o nada tienen para aportar al debate público.
Tiktok se ha convertido en los últimos meses en una obsesión para mí, no paro de sorprenderme con lo que encuentro en esa red social y antes de entrar a hacer cualquier calificación o de que piensen que solo hablaré de lo negativo, debo decir que la encuentro útil.
Sin embargo, lo que más me ha impresionado es la degradación de los personajes políticos para alcanzar audiencias. No sé si sea solo la política regional.
Pensé que podría ser un sesgo hasta que hace un par de semanas me escribió una persona cercana a uno de los candidatos a los que hice referencia en una columna anterior que titulé: Pena ajena, la nueva emoción política.
Me dijo, con cierta distancia y seguramente extrañado de estar comentando conmigo el tema que: “es intencional”.
A esta persona la conozco desde hace muchos años, tal vez su cercanía con la administración actual nos ha distanciado, pero de alguna manera compartía lo que yo sugería en mi columna. “Todo lo que ves es planeado; la intención es esa, a ellos no les parece tan mal y a mucha gente no le genera pena ajena, sino otras cosas. La intención es volverse viral y lo logran”, me dijo.
No sé si su repentina aparición haya sido para contarme que su estrategia funcionaba, que se volvían virales, que ese era su propósito superior: la viralidad.
Lo que sí es claro es que para la pregunta que hice al comienzo existe una respuesta desalentadora.
¿Quiénes se dedican a dividirnos?
Los que buscan ser virales.
Entre otros, seguro, pero sobre todo esos.
Fukuyama decía que la polarización extrema debilitaba la democracia y fomentaba la confrontación en lugar del compromiso o del diálogo constructivo.
Tiene razón. Todos estos candidatos que tienen la suposición descarada y básica de pensar que: “después de ser famosos en redes, los votos llegan solos”, nada están construyendo.
Nos subestiman, pienso.
Todos podemos consumir lo que elijamos en las redes, pero no todos somos tan torpes como para votar por aquel que lo único que busca es ser viral.
Un seguidor no es igual a un voto.
La gente sí piensa cuando va a elegir.
Y no está de más recordar que ser viral, si vamos al origen del término, no trae nada bueno.