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Columnistas | PUBLICADO EL 04 agosto 2022

El peronismo hace carroña la Argentina

Los bonos argentinos vencen y nadie quiere renovarlos ante la incapacidad del presidente Alberto Fernández y de su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.

Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es

Nadie se fía del gobierno argentino. Lo dicen los mercados, el mejor termómetro que existe para calibrar la temperatura económica de un país. Cierto es que cualquiera puede sufrir el ataque de los especuladores que, como los buitres, sobrevuelan la carroña, pero también que cuanto más débil es la presa, con mayor certeza acabará despellejada. El Banco de Inglaterra tuvo que gastarse unos 3.300 millones de libras para defender la libra en 1992 del ataque bajista de Soros, que amasó 1.000 millones en beneficios al vender sus posiciones. El euro también sufrió lo suyo tras la crisis financiera de 2008, así como los bonos de los países mediterráneos, especialmente Grecia, Portugal e Italia. Sin embargo, en el caso de Argentina no hace ni dos años desde que se enfrentó a otro “default”, en la jerga, la pérdida de la capacidad para hacer frente a la deuda en las condiciones acordadas. Los bonos argentinos vencen y nadie quiere renovarlos ante la incapacidad del presidente Alberto Fernández (de Kirchner) y de su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, enredada en frentes judiciales, acusada de “asociación ilícita” junto a su difunto esposo Néstor.

Al parecer, según el fiscal Luciani, azote de los Kirchner, la pareja “creó y mantuvo en el seno de la administración nacional y provincial de Santa Cruz una de las matrices de corrupción más extraordinarias que, lamentablemente y tristemente, se hayan desarrollado en el país”. Para demostrarlo, el fiscal se basa en la confesión de Lázaro Báez, un “amigo íntimo” de Néstor Kirchner quien hasta 2003 había sido un chupatintas de banco, en un potentado de la construcción santacruceña gracias al esquema corrupto de los Kirchner y a su relación preferente. Báez ya ha sido condenado a 12 años de cárcel por blanquear 55 millones de dólares durante la era kirchnerista. Pero no es la corrupción del justicialismo el principal problema. Los inversores de aquí y de allá están más que acostumbrados a ella.

El verdadero problema es que la mayor parte de los bonos está indexada a la inflación, la única forma que los inversores aceptan para no perder valor ante las gigantescas subidas de precios que vive desde 1945 el país austral. Así, la explosión mundial de la inflación no ha hecho más que aumentar la factura. Y con el IPC superando el 64 % anual, uno de los mayores niveles del planeta, la rentabilidad exigida a sus bonos supone una auténtica sangría. Normal que la prima de riesgo supere los 2.600 puntos básicos.

Mientras, el peso se hunde por la inflación y la expectativa de un salto del tipo de cambio oficial, no solo por la escasez de reservas y la falta de financiamiento del déficit fiscal, sino por la incertidumbre en la resolución de los desequilibrios.

Ante esa expectativa, los argentinos que ya huelen que su dinero no valdrá nada en poco tiempo se lo gastan en masa. Automóviles, electrodomésticos, viajes, casas... Todo con tal de quitarse de encima los pesos. El problema es que los vendedores no quieren pesos y por eso los precios no dejan de subir, al igual que el cambio oficial y paralelo con el dólar, la otra tabla de salvación para sortear la marejada.

Argentina se va otra vez al carajo a las primeras de cambio con los mismos de siempre al frente. Otro triunfo de CFK y del peronismo 

Humberto Montero

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