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Columnistas | PUBLICADO EL 27 abril 2021

El motín en la Modelo y el desconocimiento de la legalidad

Por Francisco Cortés Rodas

franciscocortes2007@gmail.com

De acuerdo con investigaciones empíricas recientes Brasil y Venezuela ya no son más democracias. Ha habido en las dos últimas décadas muchos gobiernos en diferentes lugares del mundo que han ido en contra del ideal democrático de autogobierno siguiendo orientaciones populistas.

Colombia va por el mismo camino. La ciudadanía se siente abandonada y no representada por sus instituciones políticas, gobernantes y legisladores. La salida que se presenta, como ha sucedido en muchos lugares, es superar la institucionalidad democrático-representativa y tomar control del poder soberano del pueblo para desde allí construir otra forma de gobierno. Es el denominado giro populista que puede ser de izquierda o de derecha. El centro está en la encrucijada. Conseguir la unidad en torno a un candidato es complicado, más aún cuando Fiscalía, Procuraduría y Contraloría, parecen articuladas para perseguir con saña a aquellos que quieren sacar de la arena política, destruyendo sus carreras y proyectos de vida, como sucede con Gaviria y Fajardo.

Un elemento básico que está destruyendo nuestra democracia es la descomposición social e institucional que se está dando en las altas esferas del gobierno y en las entidades de control. Cuando los líderes existentes abandonan su responsabilidad política se inicia el descenso hacia el autoritarismo.

Un caso de abdicación de la responsabilidad política es el Fiscal, que instrumentaliza la institución a favor de quienes lo apadrinaron. Otro caso es la exministra de Justicia Margarita Cabello Blanco, (hoy Procuradora), cuando en ejercicio de sus funciones felicitó al cuerpo de custodios del Inpec por haber impedido la supuesta fuga de más de 5.000 privados de la libertad, felicitación que realizó sin tener en consideración que junto con la defensa de la cárcel Modelo se produjo una masacre: 23 internos muertos y 90 heridos. Investigaciones realizadas muestran que los disparos de la guardia no se hicieron al aire, las piernas o partes no vitales del cuerpo, sino con la firme intención de matar (Noticias Caracol, 19.04.2021). ¿Puede la ministra de justicia desconocer, sin fórmula de juicio, una masacre, o mejor aplaudirla? ¿Vibrar de emoción ante unas actuaciones que constituyeron una tragedia? ¿No se informó antes de hablar o, se informó pero le pareció que todos los medios eran válidos para conjurar la supuesta fuga? Por lo visto, sí puede. Pero no debe, pues sus acciones habrían de estar enmarcadas en la Constitución, el Estado de derecho, y el respeto absoluto por las víctimas.

La ausencia de estas obligaciones éticas y jurídicas conduce al desconocimiento del respeto que merecen las personas, el cual significa el reconocimiento de una dignidad en los individuos. El reconocimiento recíproco de esa dignidad es el que hace posible el autorreconocimiento de nuestra propia humanidad. Estos deberes jurídicos y éticos, que son la base del ideal democrático del autogobierno, han dejado de ser la práctica normal de muchos funcionarios de este gobierno. Con el desprecio por la ética, el derecho, la decencia y la honradez hemos llegado a la abdicación de la responsabilidad política. Como premio, la antes ministra, es ahora procuradora

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