<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 26 junio 2022

El momento de los matices

Matizar dignifica al otro, porque le devolvemos su humanidad perdida en un mundo que ha eludido la complejidad.

Por David Escobar Arango*
- david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

“Todos los paisas son así”, me dijo. “Los empresarios piensan solo en las utilidades”, continuó. Respiré profundo y exhalé despacio. Le conté la historia de cuando, de niño, quería unos tenis de marca y le dije a mi papá: “¡Es que todo el mundo tiene esos zapatos!”. Me tomó de la mano, salimos a la calle y empezó: “Uno que no, otro que no, van tres, van cuatro...”. Obviamente, no hubo tenis y aprendí la lección.

Los seres humanos simplificamos y generalizamos para comprender mejor el mundo y sobrevivir en él. En las campañas políticas, además, es quizás cuando más se eliminan los matices y se caricaturiza a los oponentes y sus partidarios. Los unos se asimilan, por ejemplo, a comunistas, guerrilleros, antiempresa y los otros, a reaccionarios, paramilitares, capitalistas salvajes. ¿Hablamos sobre percibir los matices para comprender mejor a las personas y de abrazar la complejidad como el mejor camino para construir el país justo y libre que tanto añoramos?

Sin matices es casi imposible resolver los grandes desafíos colectivos. En su artículo “En defensa de los matices”, Darren Walker, presidente de la Fundación Ford, denuncia que mientras estamos en un mundo de ideas, posiciones y emociones extremas, “el matiz y la complejidad no se encuentran por ninguna parte. Nuestros desafíos más extremos permanecen, por ende, extremadamente irresolutos”. En una elección, en cualquier caso, el objetivo es diferenciarse. Pero en el gobierno y en la convivencia diaria hay que hacer exactamente lo contrario: construir un camino común a partir de nuestras afinidades. ¿No será, justamente, ampliando la perspectiva de lo que los seres humanos somos, pensamos y sentimos como nos aproximaremos a aquello que nos puede unir?

Una pista para saber si estamos en una conversación sin matices son las palabras siempre, todo, nunca y nada, entre otras. La vida sin matices nos arrincona en absolutos y rótulos. Cuando matizamos, en cambio, damos la oportunidad para que aparezcan hombres sensibles, empresarios compasivos, políticos decentes , excombatientes reconciliados, gente de izquierda que valora el papel de la empresa y conservadores capaces de abrazar la diversidad. Matizar dignifica al otro, porque le devolvemos su humanidad perdida en un mundo que ha eludido la complejidad. Desde unos pocos rasgos personales comunes se originan las alianzas y a partir de unas cuantas ideas compartidas es como se forjan los acuerdos. “Lo perfecto es enemigo del progreso”, afirma Walker.

En cualquier caso, matizar no implica negar que algunos asuntos no admiten matices, como la violencia, los derechos humanos y la corrupción. Pero se requiere un fino discernimiento para identificarlos y evitar la polarización o el fanatismo. Así habrá, ojalá, espacio para la esperanza que invoca Walker al final de su texto: “Esperanza de que podemos encontrar causas comunes y territorios compartidos. Esperanza de que podremos extender nuestras manos, nuestra buena fe y otorgar, ocasionalmente, el beneficio de la duda.” ¿Qué tal si provocamos la tertulia con este verso de Ben Okri, el poeta nigeriano?: “¿De qué tenía miedo, siempre escondiendo mis ojos? / Tengo que enfrentar mi verdad y mis mentiras. / Tengo que dejar de querer tener el control. / Vivir en paz es una meta mucho mejor” 

David Escobar Arango

Si quiere más información:

Continúa Leyendo
.