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Por Antonio José Gaviria Rada
Hace unos años una modelo holandesa hizo un mal chiste sobre los colombianos y la cocaína, y el país entero se le fue encima: insultos y peticiones para que la dejaran sin trabajo. No hubo clamor contra los narcotraficantes, eso no. Este país es el primer productor y exportador de cocaína en el mundo, el consumo también es altísimo, pero, para los colombianos, nadie puede señalar esa realidad porque “nos dañan la imagen”.
Más recientemente, unas profesionales de la polémica señalaron una realidad que cualquier medellinense puede ver con sus propios ojos: esta es una ciudad donde la prostitución es omnipresente. Pero ellas lo dijeron y se armó la polémica. El alcalde, tan ocupado en otras cosas que requieren tiempo completo (no precisamente gobernar), respondió unas cuantas bobadas. Pero no lo culpemos: ni él ni ningún otro alcalde podrá solucionar ese fenómeno. Los hechos están ahí: miles y miles de personas dedicadas a la prostitución. En porcentaje, ¿habrá alguna medición comparativa con otras ciudades? No lo sabemos. Ya sea en ciudades del primer mundo, o tercermundistas como la nuestra, es difícil ver tal cantidad de prostitución.
Teniendo el hecho ante nuestras narices, vendrán luego las explicaciones sobre su origen. No me atrevo a formularlas, porque no soy experto en el tema. Leo que algunos culpan al capitalismo. Otros, a la ausencia de “valores morales”, a la cultura mafiosa, al temperamento latino, a la exclusión y la pobreza. No les aconsejo que vayan al centro a comprobarlo. Pueden ver por YouTube los cientos de videos que los viajeros internacionales cuelgan sobre esta ciudad, donde nadie quiere que les digan las verdades