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Se ve a sí mismo como un héroe salvando a una aldea sitiada por mafias, derribando con su mazo monumentos históricos a la injusticia: “Trataron de arrodillarme, utilizaron los medios de comunicación, todos los poderes habidos y por haber, gremios y otros, y les ha dolido que a pesar de las presiones no me he dejado”.
Se las da de iconoclasta, pero en realidad es un mandadero.
La portada y la “explosiva entrevista” a Daniel Quintero publicadas por la revista de Gilinski, las intervenciones del abogado Juan Sebastián Gaviria (representante de Manuela Chavarro en las asambleas de Nutresa y Argos) y la más reciente columna de Daniel Coronell unieron los puntos que trazan el perfil del “independiente” que convirtió su mandato en un mandado.
El alcalde insiste en desorientar a la opinión pública con teorías conspirativas como el tal “Pacto de Chuscalito”, una mediamañana parviada que no alcanzó ni para elegir un presidente del Concejo. Reitera que quienes cuestionamos su gestión somos “uribistas” y, por esa vía, le pavimenta el camino a Álvaro Uribe para que con la revocatoria desmienta a las encuestas sobre su popularidad y reivindique la supervivencia de su poder. A ambos solo les interesa que hablemos de la revocatoria y que se repitan sus nombres y necedades en tantos micrófonos como sea posible. (Aunque es un mecanismo legal, no votaré en la revocatoria porque es el nuevo pulso que medirá quién es el más macho de este pueblo, servirá para victimizar a Quintero y catapultarlo políticamente). Entre dos megalómanos se debate una ciudad donde 52 de cada 100 hogares presenta algún tipo de inseguridad alimentaria y donde la pandemia dejó a 13 de cada 100 ciudadanos en pobreza extrema y a 49 de cada 100 en moderada (informe Veeduría al Plan de Desarrollo de la Administración municipal).
Quintero nutrió su campaña cuestionando a Hidroituango (lo cual es legítimo) y para hacerlo se dedicó a denigrar del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), que tampoco es intocable.
¿Por qué estas empresas permitieron que se rebosara la copa ante un comportamiento reiterativo de Quintero? ¿Tuvo que mediar esta oferta pública de adquisición (OPA) para que manifestaran su preocupación por la posible incidencia negativa de las declaraciones del alcalde “en la percepción de los inversionistas nacionales e internacionales”? Esto no es nuevo. No es una “chiva” de la revista de Gilinski, ¡Quintero lleva tres años con su discurso preparatorio para esta OPA!
Es comprensible que por cuestión reputacional se mantuviera cierta prudencia corporativa; lo que resulta lamentable es el tono de superioridad moral en la discusión. Esta es una oportunidad para crear puentes solidarios, para mostrarle a Colombia una historia empresarial con sus aciertos (la voluntad de reconstruir y apostarle a una ciudad asfixiada por el narcotráfico) y sus yerros (el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición es un escenario ideal de dignidad y reconocimiento de asuntos como la restitución de tierras). Esta es la ocasión para repensar el ethos sociocultural antioqueño que tanto inquietaba a María Teresa Uribe de Hincapié.
Indaga la revista de Gilinski:
“¿O sea que usted no es ficha de nadie?
D. Q.: De nadie”.
Gran pregunta. Que no se note el mandado