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Los ataques a la prensa no deben tomarse a la ligera. Especialmente cuando quienes lo hacen son gobernantes. El cuestionamiento sistemático y generalizado por parte de funcionarios públicos a un medio de comunicación debe, al menos, levantar banderas rojas, pues demuestra la forma como estas personas entienden o interpretan la democracia. Para comprender esta situación, hay dos autores que iluminan frente a la importancia de la opinión pública, la libertad de la prensa y la expresión política: Alexis de Tocqueville y George Orwell. En momentos de cuestionamiento y vulneración a las instituciones, conviene revisar la teoría política para reflexionar más allá del debate acalorado que estos asuntos pueden suscitar.
En su texto, “La democracia en América”, Tocqueville se refiere a la importancia de la opinión pública como el asunto que debe marcar el norte en las decisiones de los gobernantes. Tal es el grado de relevancia que el filósofo francés otorga a este concepto que lo denomina “un poder dirigente” y continúa afirmando que “sin opinión pública no hay democracia”. Según Tocqueville, esta es entonces la base de la libertad de prensa y, por lo tanto, el respeto a la prensa significa el respeto a los ciudadanos y sus ideas.
En cuanto a los periódicos en particular, este autor dice: “Un periódico es la voz de una asociación; se le puede considerar el alma de la asociación [...]”. Así, el ataque a un periódico constituye una vulneración a la opinión pública, es decir, a lo que las personas pensamos y decimos a través del instrumento, que es el medio de comunicación. La vulneración por parte de un gobernante a la prensa es una agresión a la opinión de los ciudadanos y, así, a la democracia.
Dicho lo anterior, vale la pena revisar a George Orwell, autor inglés que dedicó sus letras al propósito de alertar sobre los riesgos en el abuso del poder. En su texto “La política y el lenguaje inglés”, quiso llamar la atención sobre la corrupción de las palabras y el modo de hablar de los políticos para tergiversar conceptos y mentir de una manera convincente. “[...] si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje puede corromper el pensamiento”. El mal uso de este es una manera de corrupción en el ejercicio del gobierno, pues se emplea el poder de comunicación para dividir y confundir.
No se debe desatender ligeramente las acciones de quienes desde el poder agreden a la prensa y falsean el lenguaje. Los insultos a los medios de comunicación son solo el primer paso para, posteriormente, buscar limitar el pensamiento y la expresión de las personas. Ante esto, debemos levantar, al menos, una voz de protesta y alertar sobre el avance de proyectos que quieren reinar con la antigua fórmula de la confusión y la división