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Una moneda para gobernarlos a todos. El sueño de un mercado común iberoamericano tiene todo el sentido del mundo. Desde estas páginas un servidor lo ha alentado en más de una columna. Si Europa, un continente desangrado una y mil veces en guerras y conflictos, en el que muy pocos países hablan la misma lengua que el vecino y con economías muy heterogéneas, ha logrado unificar sus economías con mayor o menor fortuna hasta regirse por un patrón monetario común, cómo no va a poder Iberoamérica lograrlo pese a los profundos desequilibrios de sus economías. El desafío no es el problema, el problema es quién pretende comandar la creación de un “euro” latino: el peronismo populista más rancio que representa Alberto Fernández. Normal que hasta el propio Lula da Silva haya tenido que desinflar el globo. “Si dependiera de mí, el comercio exterior sería siempre en las monedas de nuestros países, para no estar dependiendo del dólar. ¿Por qué no crear una moneda común con los países del Mercosur, con los países del BRICS? Creo que eso es lo que va a suceder. Se puede establecer un tipo de moneda para el comercio que el Banco Central fije”, ha dicho Lula durante la visita oficial a Argentina.
Tampoco el presidente mexicano, de la cuerda de los anteriores al igual que Petro, está por la labor. “Nosotros no estaríamos de acuerdo en eso, por muchas razones tenemos que seguir manteniendo como referencia al dólar”, expresó López Obrador a los medios al ser cuestionado sobre la creación del “Sur”, la divisa iberoamericana. Y eso a pesar de que el propio AMLO propuso hace apenas dos semanas, en la Cumbre de Líderes de América del Norte, la integración de toda América en un solo bloque económico. Perú también se desmarca y aunque sabemos que Petro y el chileno Boric consideran una buena idea avanzar en la integridad regional, también entendemos que ambos pesos acumulan una devaluación más que relevante en los últimos años, especialmente notoria en el caso colombiano, con el cambio en 4.500 pesos por dólar. Una devaluación, salvando las distancias, similar a la del peso argentino, que pasó de cambiarse a menos de 50 unidades por dólar antes de la pandemia a las 185 unidades actuales después de acumular una inflación anual del 94,8% en 2022, la más alta en 32 años y una de las más elevadas del mundo.
Al escribir estas líneas, termino de comer con un alto directivo de la multinacional energética italiana Enel y, entre muchos otros asuntos, hemos tratado de las desinversiones por 21.000 millones de euros que afronta el grupo, un coloso presente en toda Iberoamérica después de que adquiriera los activos de la española Endesa. Por resumirles las conclusiones y sin citar al contertulio ya que se trata de un almuerzo informal, Enel lleva lustros deseando salir de Argentina, proceso que espera completar antes de 2025. Sin embargo, a pesar de los giros políticos en Brasil y Colombia, no solo mantendrá en ambos países las inversiones, sino que estima que esos mercados tienen un potencial crecimiento futuro más que relevante. Es más, tras apretar al directivo y después de un par de botellas de Rioja, puedo confírmales que Enel considera a Colombia un país nuclear en sus inversiones y su crecimiento como empresa. “Nos sentimos confortables con el actual escenario en Colombia”, asegura.
Así pues, el problema del “Sur” no radica en cómo unir las economías iberoamericanas bajo un patrón monetario sino la inestabilidad política y la escasa credibilidad de algunos mandatarios como Fernández, capaz de vender humo para taparlo todo.