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Columnistas | PUBLICADO EL 20 marzo 2019

El drama de estudiar en China

Por beatriz de majobeatriz@demajo.net.ve

No son solo las grandes luminarias del cine mundial o importantes celebridades quienes acuden al subterfugio de pagar enormes sumas de dinero para asegurarse el ingreso de sus hijos a los grandes colegios y universidades del mundo, como hemos visto en las recientes semanas. Esta odiosa práctica, tan criticada en la prensa mundial cuando se trata de estrellas de Hollywood, es usada con mucha frecuencia por ciudadanos chinos con holgados recursos económicos que desean, igualmente, garantizarle un mejor futuro a sus hijos “comprándoles” un pupitre en las mejores escuelas del país asiático.

Este género de “donaciones” a colegios y universidades de postín son igualmente combatidas por las autoridades, quienes no pueden sino reconocer que la competencia despiadada por acceder a la mejor educación es una secuela de la vieja política de “un solo hijo” que imperó en China hasta 2016. En efecto, dos parejas de abuelos y una de padres deben ingeniarse para que los nietos o los hijos accedan a la mejor educación básica, media y, sobre todo, universitaria para que se aseguren que ese infante estará en capacidad de generar los recursos necesarios para mantener a las dos generaciones que lo precedieron cuando sus edades no les permitan trabajar más.

La educación básica y media está garantizada por el Estado en China a cada ciudadano durante nueve años, lo que permite finalizar la educación media o técnica. Pero no así la educación superior, que es la que permite acceder a un nivel alto de especialización profesional y a ingresos significativos para su núcleo familiar. Desde 1985 el gobierno eliminó el sistema de educación superior financiado con los ingresos fiscales, lo que hace que los estudiantes deban demostrar una habilidad académica destacada para acceder a las universidades tanto públicas como privadas.

Lo anterior ha traído como consecuencia que cada padre de un hijo en edad escolar deba exigirle al menor un desempeño por encima de la media y deba, por igual, invertir recursos en prepararlos extracurricularmente, para poder acceder al sistema de becas basadas en el desempeño, lo que es un perfecto y cruel embudo para seleccionar solo a los más destacados. Y deben, sobre todo, ejercer una presión incisiva sobre los más jóvenes para que sus resultados escolares sean los mejores.

No es para menos. Sobre la geografía del gigante de Asia hay solo 1600 entidades educativas superiores en esta hora para recibir cerca de 29 millones de aspirantes a estudios universitarios. Pero hay menos de 500 universidades calificadas de internacionales que imparten estudios en inglés. Las cifras son lapidarias. Es así como el rigor del ingreso a través de complejos y exigentes test de capacitación, de evaluación de personalidad y de destrezas personales es realmente extremo, particularmente por parte de las casas de estudios. Ni hablar de lo empinado que puede ser el ingreso en las universidades de Shanghai o Beijing. Así pues, la necesidad de un “performance” colindante con la genialidad es una obsesión en cada hogar con hijos en el proceso de aprendizaje escolar.

Esta es una sola de las razones del fracaso de la política emprendida por el gobierno de Xi para repoblar al país a través del estímulo de la natalidad, lo que se ha convertido en una necesidad al fracasar la política de un solo hijo.

Lo que está en juego es que la crisis demográfica que ya se hace inminente en China, va a llevarse por delante a la política de crecimiento económico que es imperativa, indispensable, para la administración actual y para el propio Partido Comunista.

Beatriz de Majo

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