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Es difícil creer que vamos a despedir el 2022 con nostalgia. Porque lo que deja a nivel global es bastante desalentador. Una guerra en Europa, más de 100.000 desaparecidos en México a causa de la violencia, mujeres que ya no tienen derecho a la educación en Afganistán, otras que pagan con su vida el no cubrirse la cabeza con un velo como en Irán y una canasta familiar con precios por las nubes que obligó a medir el gasto en todo el mundo. Indudablemente habrá poco que extrañar de este año que agoniza. Ha sido un tiempo extraño en el que han dolido muchas cosas y en el que quedan tantos escombros que removerlos va a costar mucho esfuerzo.
Pero lo peor es la sensación de vulnerabilidad en la que quedamos. Estamos más expuestos que nunca a factores externos que no dependen de nosotros y que por muy lejanos que creamos tienen total injerencia en el desarrollo de lo que va a ser el 2023. Entre ellos, la decisión del gobierno chino de pasar de una política Covid cero llena de restricciones para sus ciudadanos a retirarlas y permitir que una población de 1.400 millones de habitantes, con muy baja vacunación, se lance al contagio. El efecto cascada en el resto del mundo lo veremos a lo largo del próximo año, sumado a la incertidumbre de si los casos chinos exportarán nuevas cepas distintas a la ómicron para las cuales habrá que encontrar otras vacunas.
Otra de esas situaciones que contemplamos en la distancia a lo largo de este año nos ha dado alcance casi sin darnos cuenta. La invasión de Ucrania tiene todo que ver con nuestro día a día a estas alturas. Y es que desde 1945 ninguna guerra había tenido tantas y tan variadas repercusiones planetarias. Fuera de contemplar el horror de la muerte y el sinsentido de las armas, la economía de cada país a nivel estatal y el bolsillo del ciudadano corriente se han resentido. Y Putin está empecinado este fin de año en que no lo olvidemos atacando sin piedad a la población ucraniana y dejando sin luz ciudades enteras en medio de un invierno que aquí, desde el trópico, cuesta imaginar.
El 2023 no será tampoco el año en el que las cosas mejoren para las mujeres en ciertos países musulmanes. Nada anticipa que así sea. Desde la imperfección de las democracias occidentales solo nos queda la voz que aún podemos alzar libremente como herramienta solidaria contra tanto absolutismo misógino. Voz también para que las familias de los desaparecidos, no solo en México que es el caso más escandaloso de este 2022, sino en tantos otros rincones del mundo, consigan el apoyo necesario para encontrar a sus seres queridos. Esas historias sin resolver permiten vivir apenas a medias a quienes los esperan, siempre en puntos suspensivos y con la esperanza encogiéndose a medida que pasa el tiempo.
Ojalá que mañana 31 de diciembre, cuando den las doce de la noche, podamos soltar lastre por lo menos un rato, y tener fe en que un abrazo lento ayude a limpiar un poco los escombros de tanto dolor que nos deja este 2022