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Por Eswar Prasad
La rápida propagación del coronavirus es un duro golpe para una economía mundial que parecía estar en la cúspide de un renacimiento modesto. La extensión del daño, por supuesto, depende de qué tan pronto y qué tan efectivamente se contenga el brote. Cualquiera sea la trayectoria de la epidemia, este es un momento de ajuste de cuentas serio para la economía de China.
Por difícil que sea imaginarlo, la segunda economía más grande del mundo está llegando a un punto muerto. Las infecciones y las muertes están aumentando. Muchos de mis conocidos y amigos en China me dicen que están cada vez más preocupados por la capacidad del gobierno para controlar la epidemia y sus consecuencias económicas. Los grandes centros financieros y de manufactura urbana permanecen en al menos un cierre parcial, los trabajadores migrantes no pueden regresar al trabajo y las fábricas no logran obtener materias primas ni enviar sus productos de manera confiable.
El consumo también se ha reducido drásticamente, ya que la mayoría de las personas se quedan encerradas. Las industrias de servicios como el turismo y los restaurantes están siendo especialmente afectadas. Las empresas de este sector, así como los pequeños fabricantes, han estado impulsando el crecimiento del empleo en China, pero tienden a tener poca protección financiera.
Beijing tiene espacio para aumentar el gasto público, reducir impuestos y proporcionar crédito barato para impulsar el crecimiento. El banco central de China ya ha tomado medidas para relajar la política monetaria. Inundar la economía con crédito barato aumentará los riesgos para el sistema bancario, lo cual el gobierno reconoce, pero estos son tiempos de desespero.
Además, ninguna de estas medidas tendrá mucho impacto hasta que aumente la actividad comercial. Es más, el sistema bancario tradicional de China ha sido mucho mejor para canalizar el crédito a grandes empresas estatales en lugar de a las empresas privadas más pequeñas que luchan.
El gran tamaño de China, junto con sus roles como motor del crecimiento económico global y un jugador dominante en los mercados de productos básicos, significa que un golpe a China tendrá ramificaciones significativas en todo el mundo. Los precios del petróleo han caído a medida que las perspectivas de crecimiento de China se debilitan y los viajes internacionales, particularmente hacia y desde China, disminuyen.
Este episodio también le sumará impulso a algunos cambios en las cadenas de suministro globales que ya estaban en marcha. Junto con el aumento de los salarios de los trabajadores chinos y las perspectivas de nuevas tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, es probable que la epidemia haga que las empresas multinacionales reevalúen sus cadenas de suministro y reduzcan su huella de producción en China.
La epidemia del coronavirus podrá apenas tener un limitado impacto inmediato en la economía de los Estados Unidos, pero al crear más incertidumbre y perturbar las cadenas de suministro en Asia, se sumará a la lista larga de factores que es probable detengan el crecimiento de EE.UU. y global en el 2020. Una recesión mundial aún no está en juego, pero, como mínimo, la incertidumbre adicional restringirá la inversión y la productividad, que ya se veía anémica en todas las principales economías.
Otro impacto de larga duración es probable que sea sobre la confianza de los ciudadanos chinos en su propio gobierno. El Estado y su gente parecen haber hecho un trato implícito: buen desempeño económico, más altos estándares de vida y la semblanza de estabilidad social a cambio de restricciones sobre la libre expresión, los derechos democráticos y el libre flujo de información.
Sin embargo aún en un ambiente donde se acepta que las autoridades controlarán qué información se hará pública, el público se vuelve escéptico sobre la competencia de un gobierno que de manera sistemática oculta las malas noticias.
La forma en que se desarrolla la epidemia de coronavirus podría tener lecciones no solo para el gobierno de China sino también para Estados Unidos. Una vez que el deseo del gobierno de manipular la información erosiona la confianza en él y en la prensa libre, los costos pueden ser grandes, especialmente en tiempos difíciles, cuando esa confianza se vuelve crucial para mantener la estabilidad.