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Columnistas | PUBLICADO EL 30 enero 2022

Dudar e indagar

Por David Escobar Arango* david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

¿Qué periódico puede leer uno en este país para estar bien informado?, preguntó un participante del seminario. David Mejía Velilla era un buen profesor, de esos que no se precipita para responder ni para corregir. A mediados de los noventa, un grupo de líderes estudiantiles de varias universidades habíamos estado toda una tarde conversando con él sobre periodismo y educación. Estaba ya oscuro y sus ojos de intelectual curioso brillaron: “Léalos todos, al menos todos los que pueda, luego promédielos y antes de tomar una posición final sobre cualquier tema, indague un poco más”, sentenció.

¿Hablamos de cómo navegar en medio de tanta mentira disfrazada de noticia, de influencers que se las dan de periodistas y de líderes cuya cuenta de Twitter funciona como una agencia de medios a la medida?, ¿conversamos sobre cómo escoger fuentes y discernir realidad de fantasía y engaño? Antes, cuando la información fluía preeminentemente a través de medios profesionales, uno tenía alguna ilusión de seriedad de lo publicado. Digo ilusión porque detrás de cada medio había un partido, una empresa, un interés. Pero al menos sabíamos quién estaba detrás y eso permitía ponderar cada contenido.

En aquella época había tres diarios nacionales, una decena de regionales y solo dos o tres noticieros de televisión. ¿Cómo hacemos ahora frente a personas con cientos de miles de seguidores en redes, sin nadie que los vigile? Cualquiera monta una cuenta de Instagram o un blog y lo llama medio de comunicación, sin que sepamos siquiera quién hay detrás. ¿Cómo hacemos para saber si una noticia acerca, por ejemplo, de temas tan esenciales como Buen comienzo, EPM o el covid es cierta o está fabricada con humo o bilis?

Te lanzo algunas ideas, que seguro se multiplicarán en la buena conversación. En primer lugar, sigamos el consejo de Leoluca Orlando: uno debe hacerse oposición a sí mismo. Si una noticia nos gusta o nos “cuadra” con algún deseo, puede tratarse de un sesgo. Si usted piensa a la izquierda, desconfíe si le dicen que un empresario es corrupto. Si es de derecha, no crea cuando le digan que una ONG tiene relación con los grupos armados.

Segundo, aprendamos a filtrar nuestras redes. Documentales como Red social nos mostraron que crean para nosotros unas burbujas que pretenden robarnos la atención; nos manipulan para que agudicemos lo que somos, no quieren que abramos la mente ni que cambiemos de opinión con libertad, porque eso confunde al algoritmo y les quita rentabilidad.

Tercero, busquemos islas de confianza. Siempre, aún en los peores tiempos, habrá instituciones y personas que actúen con honestidad, que tengan, como decía mi abuelo Arango, intereses, pero nobles. Académicos, intelectuales, periodistas, líderes que hacen el esfuerzo por ser íntegros, por reconocer sus debilidades, sus sesgos y sus puntos ciegos y combatirlos con coraje. Sin ellos, estaríamos perdidos.

Cuarto, prefiramos la opinión de la gente que ha construido algo: creadores artísticos, emprendedores, gerentes curtidos, periodistas de oficio. Estas personas, cuando critican, lo hacen a disgusto, impulsados por un deber moral, para servir, no para servirse, porque siempre prefieren sumar a restar. Quien conoce un oficio, un arte o una profesión, y la practica con dedicación, es, además, compasivo: sabe lo dura que es la vida del constructor y lo fácil (aunque amarga) la del destructor.

Me despido con una frase que inspiró esta carta, de un sabio improbable que descubrí hace poco, el inolvidable Bruce Lee: “Para la búsqueda de la verdad se necesita una indagación independiente, no se puede uno supeditar a la opinión de otro ni tampoco a las ideas de un solo libro”. No traguemos entero e indaguemos hoy, mañana y siempre; así, quizás, podamos conquistar algo de libertad y acercarnos a la tan esquiva verdad 

David Escobar Arango

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