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Columnistas | PUBLICADO EL 18 marzo 2023

Discusiones globales

Los más de 370 billones de dólares en estímulos fiscales que trae la ley van a posicionar a Estados Unidos como líder mundial en la descarbonización y las energías limpias.

Por Diego Mesa Puyo* - d.mesapuyo@columbia.edu

La semana pasada se llevó a cabo en Houston, Texas, el evento de energía más importante del mundo, el cual reúne durante 5 días a ejecutivos de las empresas más destacadas del sector, inversionistas, emprendedores, líderes gremiales, ministros y altos funcionarios, académicos, historiadores y reconocidos analistas. Este evento anual, convocado y liderado por Daniel Yergin, el experto de mayor reconocimiento internacional en temas energéticos, empezó hace 40 año como una reunión privada para tratar temas del sector petrolero y con el paso del tiempo ha evolucionado hasta convertirse en un foro global donde más de 7.000 asistentes discuten las tendencias, los desafíos y las oportunidades de la transición y la seguridad energética, el cambio climático, la innovación y el desarrollo tecnológico en la industria.

Este año el evento tenía una relevancia especial porque se daba en un momento en el que el mundo parece que empieza a salir de una de las crisis energéticas más agudas de la historia, la cual tuvo sus episodios más críticos en el segundo semestre de 2022, cuando se dispararon los precios del gas natural y la electricidad en Europa a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania y las sanciones que limitaron el suministro de combustibles rusos a la Unión Europa. Con este contexto y entendiendo que la crisis alineó los conceptos de seguridad y transición energética, comparto cuatro reflexiones que marcaron muchas de las discusiones en Houston la semana pasada.

En primer lugar, la aprobación en el congreso americano de la Ley para Reducir la Inflación (IRA por sus siglas en inglés) y sus billonarios incentivos para la producción y adopción de energías limpias y tecnologías bajas en carbono fueron los grandes protagonistas de la semana. Una de las principales conclusiones fue que los más de 370 billones de dólares en estímulos fiscales que trae la ley van a posicionar a Estados Unidos como líder mundial en la descarbonización y las energías limpias. Sin embargo, se espera que esta ley promueva una fuerte competencia con otras economías avanzadas, lo cual a su vez puede tener efectos que todavía no son muy claros para mercados emergentes. En segundo lugar, el evento evidenció que el desarrollo a escala comercial del hidrógeno de cero y bajas emisiones y sus aplicaciones en industrias intensivas en el uso de energía parece estar cada vez más cerca. En tercer lugar, se reconoció la necesidad de que la transición energética sea balanceada, indicando con este concepto que los hidrocarburos seguirán jugando un rol importante en el mediano plazo, sobre todo en los países en vía de desarrollo, mientras que la responsabilidad de lograr una reducción en la demanda de combustibles fósiles debe recaer principalmente sobre las economías avanzadas. Finalmente, hubo consenso sobre algo que es obvio pero que algunos activistas ambientales parecen ignorar: el éxito de la transición energética y la descarbonización radica, en gran medida, en que la rentabilidad de las tecnologías bajas en carbono y los proyectos de energías limpias sean atractivos para los proveedores de capital privado

*Miembro Distinguido Visitante del Centro de Política Energética Global de la Universidad de
Columbia en Nueva York

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