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Columnistas | PUBLICADO EL 13 diciembre 2022

Dimayor, ley del silencio

La Constitución reza que en Colombia “no habrá censura”. Faltó agregar que “aplican restricciones” cuando se opine de los dueños del balón.

Por Melquisedec Torres - @Melquisedec70

Siempre nos echaron el cuento de que la FIFA era intocable, de que los gobiernos nada podían hacer contra ella. Y sí, era cierto, pero solo hasta cuando un poder mayor, el de la justicia de EE.UU, decidió que no. El FIFA Gate que destapó toda la inmundicia que todos sabían, sabíamos, que existía pero que se presumía intocable.

Nuestra Dimayor, ese raro espécimen jurídico que controla el negocio del fútbol colombiano - en asocio con un hermano mayor, la Fedefútbol - es nuestra FIFA, con la diferencia de que acá sigue siendo intocable gracias a una constante, silenciosa pero muy eficaz amalgama de conexiones con todos los poderes, incluidos los más non sanctos, los de la mafia del narcotráfico.

Lo que sigue pasando de agache es esa lubricada conexión de la Dimayor y Fedefútbol con los poderes institucionales, desde el alto gobierno y las “inmaculadas” cortes hasta las alcaldías donde juegan sus equipos afiliados. A nadie ha molestado en Colombia que esos dos entes privados hayan logrado, durante décadas, que impolutos personajes les hayan aceptado ser miembros de sus comisiones, como las de disciplina, ética y de árbitros, entre otras, supuestamente ad honorem.

Y ad honorem tampoco: gozan de privilegios como viajes a torneos internacionales, salas VIP en estadios, boletas, agasajos y vuelos chárter actuando como “oficiales” del fútbol. Por allí han pasado, entre tantos, la actual procuradora Margarita Cabello cuando era consejera de Estado y luego Ministra de Justicia, y los entonces magistrados Eyder Patiño, Gloria Ortiz, Aroldo Quiroz, Ariel Salazar, Eugenio Fernández, Jorge Iván Palacio, Luis Ernesto Vargas y Gabriel Valbuena. Esos los más recientes. Y nunca les dio pena.

Ese modelo eficaz fue diseñado por el hoy delincuente internacional (en el FIFA Gate) Luis Bedoya, expresidente de Dimayor y Fedefútbol, de quien hoy nadie se acuerda.

La telaraña también alcanza otros niveles. En 2018 echaron al presidente de Dimayor, Jorge Fernando Perdomo cuando este osó hacer serias denuncias de corrupción que, según el presidente de Fedefútbol Ramón Jerusún, debían tramitarse “en cuatro paredes” y no al público. Y nombraron a quien de fútbol solo sabía que se jugaba entre dos equipos, Jorge Enrique Vélez, político, pero con un mérito enorme: ser muy cercano al entonces fiscal Néstor Humberto Martínez, de su partido Cambio Radical, cuando ese ente investigaba – y sigue investigando – la gran corrupción alrededor de la reventa de boletas para partidos de eliminatorias al Mundial de 2018.

Como otra muestra de su poder, la Dimayor acaba de sancionar con 3 meses de suspensión – aunque hace 3 años no está en el fútbol – a su expresidente Perdomo. ¿Delito? Haber opinado en un periódico del Huila que en la Fedefútbol “anida el áspid venenoso de la adulación con personajes intocables y existe un pacto no escrito de coexistencia tolerante entre los poderes...”.

La Constitución reza que en Colombia “no habrá censura”. Faltó agregar que “aplican restricciones” cuando se opine de los dueños del balón.

Como en las mafias sicilianas, en la Dimayor también opera la ley Omertá, la del silencio

Melquisedec Torres

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