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Miguel Uribe fue asesinado. Y en Colombia nada cambiará

Como bien decía García Márquez, somos un país en el que si uno se va tres días, encuentra todo cambiado, pero si uno se va 30 años, al regresar, todo sigue igual.

hace 7 horas
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  • Miguel Uribe fue asesinado. Y en Colombia nada cambiará

Por Diego Santos - @diegoasantos

No habían transcurrido ni dos horas desde que el féretro de Miguel Uribe Turbay entrara en el Capitolio, cuando se atizaron de nuevo unos viejos y profundos odios que tanto daño le han hecho al país. Lo que se suponía debía ser una jornada de unión, recuerdo y reflexión, terminó opacada por un nuevo cruce de palabras entre los expresidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Ni dos horas.

Colombia es un país sin cura, donde una mezcla de dolor, odio e intolerancia se alberga en el corazón de la mayoría de nosotros. Entre unos y otros se quieren destripar y desaparecer. Hoy se llora a quien de ayer decían que era un candidatito desesperado a quien triturarían en segunda vuelta. En tanto, en los medios de comunicación, lejos de serenar las aguas, algunos buscan cómo atizar más las llamas. Y los que no están ni de un lado, ni del otro, creen que esta película no es con ellos.

Uribe fue asesinado. Y en Colombia nada cambiará. Y nada cambiará porque seremos incapaces de reconocer que a Miguel lo matamos entre todos. Miguel es víctima de un país atrapado en el rencor, incapaz de un diálogo autocrítico y exasperadamente intolerante. Colombia es un país de gente inmadura que se acostumbró a navegar en las turbulentas aguas de la pobreza, la corrupción y la violencia, que a lo largo de más de 200 años nos volvimos institucionalmente selectivos, es decir, que las instituciones nos sirven cuando fallan a nuestro favor. Nosotros, los ricos y pobres, hemos perpetuado el sistema que ha asesinado a tantas personas. Miguel es uno más.

Y la historia ya la conocemos. Mañana, nadie se acordará de él. Gustavo Petro volverá a su discurso de odio y división; la oposición escalará el nivel de sus ataques y los llamados de centro, desde su atalaya de superioridad moral, observarán la batalla campal pensando en cómo ganar las elecciones sin incomodar.

Si cientos de miles de muertos no nos han hecho cambiar, Miguel tampoco lo logrará. Como sociedad solo saldremos de este bucle cuando reconozcamos que nosotros también somos parte del problema y eso, lo sabemos, no sucederá, más en un lugar donde nos encanta autodenominarnos los ciudadanos de bien, eliminando cualquier posibilidad de ejercer un mínimo de autocrítica para entender, desde nuestra posición, cómo nuestras actitudes o pensamientos nos han llevado a perpetuar la sociedad violenta y corrupta en la que vivimos.

Este es el país que nos tocó: un país de mierda, de cafres, de políticos que son el reflejo de su electorado. Como bien decía García Márquez, somos un país en el que si uno se va tres días, encuentra todo cambiado, pero si uno se va 30 años, al regresar, todo sigue igual.

La vida seguirá igual: los extremos acrecentando la violencia del lenguaje y los de centro llamando a la tolerancia cuando en privado son los más intolerantes. Y frenaremos por unas horas en el próximo magnicidio. Lo siento, Miguel. Nada cambiará.

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