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No hay unión posible sin Uribe y Santos

Los problemas de Colombia no tienen un solo culpable, pero atribuirlos a una sola persona simplifica el debate y oxigena campañas políticas construidas sobre emociones primarias.

hace 53 minutos
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  • No hay unión posible sin Uribe y Santos

Por Diego Santos - @diegoasantos

Yo soy de las personas que votó “Sí” en el plebiscito. Creí, sin titubeos, en la necesidad de una paz que sacara de la guerra a más de 13.000 combatientes y nos permitiera cerrar, aunque fuera parcialmente, un ciclo de violencia que cargamos como una losa. Pero creo de igual manera que, cuando el “No” ganó, así fuese por la mínima, el acuerdo debió archivarse. En democracia se vota, y en democracia se respeta el resultado. Punto.

Lo que vino después es historia conocida: negociaciones aceleradas, Nobel de Paz, modificaciones presentadas como sustanciales y un acuerdo refrendado por el Congreso. Juan Manuel Santos insiste en que no se le hizo conejo a los colombianos, que se incorporaron 56 de los 57 puntos propuestos por los líderes del No. No importa, al final lo que quedó en el ambiente fue la sensación de que la voluntad popular había sido ignorada. Una herida que sigue muy abierta.

Sin embargo, me resulta difícil digerir el odio visceral que una parte de la derecha profesa contra Santos. Ese sentimiento no nació por el plebiscito, sino que se incubó desde el momento en que Santos decidió separarse de Álvaro Uribe, cuando decidió hacer su propia presidencia.

La narrativa de que Santos es “el origen de todos los males actuales” se ha instalado con la fuerza de un tsunami en el debate digital. Quizás no es mayoritaria en el país real, pero sí domina el país virtual, ese que cada día dirige más la conversación pública. Esa narrativa, alimentada de manera grotesca y grosera, está desgarrando a Colombia, nos impide comprender el cuadro completo y nos hace perder perspectiva sobre las verdaderas causas de nuestro retroceso.

Los problemas de Colombia no tienen un solo culpable, pero atribuirlos a una sola persona simplifica el debate y oxigena campañas políticas construidas sobre emociones primarias. Esa simplificación, repito, le está haciendo un daño enorme al país. Nos vuelve hipócritas: intransigentes con lo que nos conviene y ciegos ante otros comportamientos. “Mi moral me impide apoyar a Juan Carlos Pinzón porque trabajó con Santos, pero no importa hacerlo por alguien que ha defendido a criminales que han matado a decenas de miles de colombianos”.

Ni Santos es el demonio que algunos quieren vender, ni Uribe es el D--s al que otros pretenden que rindamos pleitesía. Ambos tienen sombras y ambos tienen méritos. Ambos acertaron y ambos cometieron errores profundos. Así funciona la historia cuando se mira de frente.

La unión que hoy reclaman millones jamás ocurrirá si Uribe y Santos no se sientan a hablar. La llave la tienen ellos. Son los únicos capaces de enviar una señal inequívoca de madurez. El resto de precandidatos podrá hacer maromas, recorrer el país, grabar videos, untarse de pueblo y pelear en redes, pero mientras esa reunión, la que parece absurda e impensable, no se dé, el Pacto Histórico seguirá imbatible. Colombia no necesita que ellos se quieran. Necesita, simplemente, que por una vez entiendan que el país está primero.

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